Vocación y Trabajo

30 diciembre 2018 ·

Cada época cultural ha demandado tareas que surgieron como una necesidad específica. Prueba de ello es lo que estamos viendo en la actualidad, a partir del impulso de los inventos y la tecnología que se viene registrando en múltiples sectores, al tiempo que van modificándose la forma de hacer las cosas.


Sin embargo no sucede lo mismo a la hora de tener que elegirse una carrera universitaria. Si uno observa lo que “eligen” los jóvenes para poder posicionarse en el ámbito laboral y profesional en el mediano plazo, siguen teniendo “demanda” las carreras que eligieron sus abuelos y sus padres, como ser: abogacía, medicina, psicología, contador, administrador de empresas, etc. Por supuesto que la sociedad necesita y necesitará seguir recurriendo a estos servicios profesionales enunciados como ejemplos, pero seguramente que no en la sobre cantidad de egresados que se desprenden de las estadísticas actuales.

Momento de decisión

Uno de los errores que se viene reiterando en el tiempo proviene del estudiante que, lamentablemente, no se ha ocupado por tener en claro aspectos tales como:

- Qué espera de mí la comunidad a futuro. Aquí la respuesta surgirá una vez que haya indagado, en su interior, cuál es su misión en la vida.

- Qué vocación es la que me permitirá conectarme con el impulso de darle sentido a mi vida, al orientarme hacia un determinado tipo de carrera laboral o profesional.

Es justo reconocer que estos interrogantes no son fáciles de responder. ¿Por qué? Porque demandan un “trabajo” interior que deberíamos haber llegado a vislumbrar a mediados del 3er septenio de vida, es decir, alrededor de los diez y siete años de edad.

Con justa razón alguien podrá decir que el joven no está “maduro” a esa edad para tener en claro lo que se acaba de insinuar. Pero en absoluto ello justifica el no haberlo hecho, porque es a esa edad cuando uno ha finalizado la escuela secundaria y “necesariamente”, hay que predisponerse a trabajar y eventualmente, estudiar un oficio o una carrera universitaria. Además, si no tenemos al menos en claro algún tipo de inclinación hacia una vocación, nos expondremos a sumar “experiencias” vía el método de prueba y error, hasta que en algún momento aflore finalmente aquello que debíamos hacer.

Entonces, de lo que se trata es evitar el tener que “optar” por trabajos-profesiones que en definitiva no son los más indicados para el momento histórico en que el joven debe realizarse. Al respecto resulta muy llamativo que en el momento actual –caracterizado por la ausencia de oferta laboral– un país como Alemania haya tenido que “salir” a buscar trabajadores calificados no tradicionales en otros países, por carecerlos en el mercado interno.

De allí que el joven no debiera dejar de percibir los impulsos que se vislumbran en su entorno para obrar en consecuencia, en vez de optar por una inercia que lo pueda apartar de “su” camino de desarrollo profesional.

Hace más de veinte años ocurrió en los Estados Unidos un suceso “revelador”. Los jóvenes adultos de 18-30 años rechazaron la invitación que el periódico “The Chicago Tribune” les hiciera llegar para suscribirse a la edición dominical impresa, mientras en la semana disfrutaban con la lectura de la versión gratuita “RedEye”, perteneciente a la misma editorial. Como los directivos no lograban “entender” el motivo-razón del rechazo, hicieron una encuesta, la que arrojó una contundente “enseñanza”: “¡Ese es el periódico que leen mis padres”! 

Si el ejemplo anterior lo extrapolamos con el tema vocación y trabajo que hoy nos convoca, también vale que los jóvenes asuman una decisión “madura” en tal sentido. ¿De qué manera? Observando qué actividades, profesiones o impulsos están latentes en el entorno y en la “época” en que les ha tocado transitar en la vida, para obrar en consecuencia. En la medida que ello ocurra, comenzaría a perder peso y relevancia la sobreoferta de profesiones “clásicas” y de trabajos de poco valor agregado que hoy, lamentablemente, no ayudan al ser humano en “su” plena realización.

¡El portador de Tu Marca Personal pudo llegar a percibir que lo suyo era y es lo que, en definitiva, viene llevando a cabo como vocación a través de las sucesivas etapas de su vida!
José Podestá

El Tiempo Ganado

23 diciembre 2018 ·

Por lo general, cuando por la noche uno realiza la retrospectiva del día, nos llevamos la sorpresa de cuán poco hicimos realmente. En ese momento tratamos de indagar el por qué y recién nos “descomprimimos” cuando tomamos conocimiento que el problema no estuvo en uno, sino en los imprevistos del contexto; el management se refiere a ello como las variables incontrolables.


También ocurre con cierta frecuencia en las reuniones de trabajo. A pesar de existir un temario y estar estipulado el horario de finalización, no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque como seres humanos necesitamos interactuar y consensuar en pos de la mejor solución, la que no siempre es realmente la que uno aspiraba o pretendía arribar. Es muy probable que el día de mañana los robots lo logren, gracias a la “frialdad” que los caracteriza.

La culpa no suma, resiente

Si uno “cree” que por criticar, discutir y echar culpas logrará cambiar la situación, no sólo se equivoca sino que, sin darse cuenta, termina siendo parte del problema. Pero también es cierto que si aspiramos ser competentes en lo nuestro, debemos arbitrar todos los medios a nuestro alcance para crear las condiciones que nos permitan arribar a las soluciones “posibles”. No a las perfectas, por lo menos mientras como seres humanos nos ocupemos de ello.

Entonces, uno se podrá preguntar cómo hago para ganarle al tiempo metafóricamente hablando. Muy simple: intentando hacer las cosas paso-a-paso, sabiendo que siempre habrá imprevistos sobre la marcha. En la medida que prestemos atención a ello, en lugar de lamentarnos o maldecir, seguramente que hasta podremos llegar a capitalizar algún aprendizaje.

El arte de la negociación

Más allá de lo que nos puedan enseñar los profesionales en negociación, empíricamente vamos por la vida haciendo uso de ella. Así, no sólo logramos poder avanzar con nuestro proyecto laboral y profesional, sino también adaptarnos mejor a las circunstancias. Además, llegaremos a “descubrir” que hay tiempos o momentos en donde nuestras propuestas o intensiones pueden fluir casi de un modo natural, sin habernos propuesto nada para que ello ocurra; y que lo opuesto también se da. De allí la sana necesidad de llegar a predisponernos, de la mejor manera posible, frente a ambas realidades.

Si bien hay especialistas que sostienen que el ser humano se nueve u opera en la vida como si fuera un “vendedor”, lo cierto es que en el día-a-día lo venimos haciendo en la modalidad de negociador. El ejemplo del niño que recurre a dicho “arte” toda vez que aspira lograr algo de sus padres –aunque más no sea una golosina– vale para darnos cuenta de ello y emplearlo en la forma y momentos adecuados.

Estas consecuencias se proyectan incluso en el Personal Branding. ¿Cómo? A partir de los logros –y también de los desaciertos– que uno vaya sumando a lo largo de la vida. Al respecto, tengamos en cuenta que el Personal Branding es, esencialmente, el reservorio de nuestra actividad y de la reputación e imagen que de ella se van formando nuestros prójimos y la comunidad en general. Se trata de un lento proceso de sedimentación de resultados y soluciones que son vistas, por sus destinatarios, como contribuciones dignas de ser tenidas en cuenta. Pero cuidado porque también repercuten los aportes nefastos, como los que producen todos aquellos seres a los que poco y nada les interesa el bien común.

Mientras el tiempo ganado “suma” en un Personal Branding con sentido, el tiempo perdido “resta” toda vez que el portador comete las atrocidades que cada uno de ustedes se puede llegar a imaginar; la historia y la realidad misma “hablan” también de estos personajes.

¡El portador de Tu Marca Personal puede identificarse tanto con el recto obrar –principal razón de todos aquellos que aspiran dotar de un buen sentido a sus vidas– como al accionar nefasto en contra de la humanidad, por el cual esta persona ha sido “comisionada” para llevarla adelante, en esta vida, de acuerdo a lo establecido en “su” misión!
José Podestá

Anticiparse Para Qué

16 diciembre 2018 ·

A veces uno se encuentra con alguna persona que, por distintos motivos o circunstancias, “sufre” por mantenerse a la vanguardia de sus cosas. Por ejemplo, “su” proyecto personal, conservar el mejor promedio, la mejor calificación en la organización, brindar la primera respuesta,…


Tal vez quien no haya pasado en algún momento de su vida por esta experiencia, seguramente que le costará comprender este tipo de comportamiento. Pero lo cierto es que se trata de “impulsos” interiores que se presentan muchas veces de un modo espontáneo y que, lamentablemente, no “aflojan” en su intensidad hasta que el “damnificado” obre en consecuencia. Por supuesto, en el opuesto están todos aquellos que aguardan o prefieren mantenerse en un bajo perfil.

Competidores consuetudinarios

En el estadio inferior de los anticipadores se encuentran los que no pueden vivir si no están en “competencia” con alguien, a tal punto de necesitar “escuchar,” una vez que lograron el propósito, el reconocimiento de sus pares o amigos.

Por supuesto que en el mundo exterior no existe ninguna ley o decreto que establezca o imponga esta tipo de conducta. Entonces, ¿a qué se debe el motivo? Lamentablemente y en la mayoría de los casos, a autoexigencias propias originadas, quizás, en alguna problemática de índole emocional o de baja autoestima.

Esta introducción relacional tiene, como propósito, invitarlos a reflexionar toda vez que se encuentren expuestos en el plano laboral y profesional. ¿Por qué?

- Porque se trata de un “fenómeno” que es mucho más frecuente hoy en día que tiempo atrás.

- Suele estar latente o presente en el ámbito en donde trabajamos y mantenemos vínculos laborales o profesionales.

- Produce un estado de estrés, de crispación en el grupo, incluso cuando quien lo padece e irradia es el superior inmediato; no siempre las organizaciones se “ocupan” de brindar una pronta solución a los empleados.

- Atenta contra el mismo portador del Personal Branding.

- Nada tiene que ver con la actitud “proactiva” que se espera ejerzan las personas en el ámbito laboral o profesional.

- Tampoco tiene que ver con el concepto del “ser competitivo” que algunas organizaciones demandan de sus empleados, equivocadamente. Lo que sí deberían de “ocuparse” es que el personal sea “competente” en lo suyo.

- No hemos venido a la vida para estar en “modo competencia”, sino para ser verdaderos hacedores de un aporte personal que sea incluso de valor o de mejora para la humanidad.

Objeto de confusión

Todo el mal entendido surge por la tendencia generalizada que tienen algunas organizaciones e instituciones con relación a las personas. Todavía hay muchas que consideran más “redituable” reducir al ser humano al estado de “cosa-objeto”, para luego maximizar el retorno del beneficio que desde ese enfoque puedan llegar a capitalizar. Es decir, aplican a la persona la misma “fórmula” que utilizan para los proyectos de inversión que, por supuesto, éstos sí tienen que ver con el objeto-cosa del negocio.

Pero por suerte el ser humano no es un robot ni un “tonto” como aún se lo creen todos aquellos que lo asimilan a la categoría de “recurso humano”. Prueba de ello es el giro de valoración que hoy vienen asumiendo las organizaciones, ante la carencia de personas competentes –no competitivas– que les permitan hacer realidad sus proyectos.

Justamente las organizaciones que valoran a la persona ya no se jactan por tener a los que “padecen” el mal de anticipación. Más bien, lo ven como individuos a los que pueden llegar a “sanar” –porque cuentan con otras capacidades– mediante el soporte terapéutico y el nivel adecuado de contención que necesitan para poder llevar adelante la responsabilidad asignada.

El “anticipador” cuenta hoy con otro “amortiguador” de valor que la mayoría de las organizaciones propician y estimulan; tiene que ver con el trabajo grupal heterogéneo en donde se comparten desafíos, logros y eventuales fracasos dentro de un proceso armónico de aprendizaje y colaboración.

¡El portador de Tu Marca Personal, si bien también pudo haber sido un anticipador en algún momento de su vida, tiene en claro que para llegar al objetivo de su misión necesitará ir 
interactuando y “consensuando”, a lo largo de su biografía, no sólo en lo personal sino también en pos de las necesidades de sus prójimos!
José Podestá

La Misión del Personal Branding

09 diciembre 2018 ·

Así como la misión personal demanda partir de un análisis de introspección tal que nos permita llegar a darnos cuenta del para qué hemos venido a la Tierra y hacer qué, lo mismo vale preguntarse, “honestamente,” acerca del sentido aspiracional que el Personal Branding pudiera llegar a tener en nuestra biografía.


A diferencia de lo que sucedía en la antigüedad, quizás por tratarse de un tiempo cultural en donde había interés por conocer el sentido de la vida, en la actualidad no ocurre lo mismo. En el hogar no suele ser un tema frecuente de conversación, ni de reflexión o de simple “curiosidad”, para dilucidar el motivo-razón de nuestra existencia. Por lo general se esquiva partir del quién soy, pero sí concentrarnos en algo que nos parezca mucho más concreto y “real”, como ser el aquí estoy.

De allí que las cuestiones referidas a la individualidad y sus circunstancias, se las asume como temas que uno debiera resolverlo con “su” terapeuta. Pero ocurre que éste nada sabe acerca del motivo y el sentido de nuestra presencia en el mundo, por tratarse de un “misterio” que se encuentra plenamente “resguardado” en el ADN de cada ser humano.

Quién soy

Para saber “algo” de uno mismo se necesita que nos pongamos a pensar y reflexionar en ello. Todos, sin excepción, cuando llegamos a la Tierra traemos muchas disposiciones y talentos para desarrollar. ¿Esto qué nos dice? Que tenemos intenciones en cuanto a lo que queremos realizar –como el caso del niño que “sorprende” a sus padres con alguna cualidad sobresaliente o bien manifestándoles, con énfasis, lo que aspira ser en la vida. Pero si no hemos sido tan explícitos como el niño prodigio, no hay porqué preocuparse, dado que nuestra intención la iremos desplegando a nuestro “ritmo” hasta que, en un momento, la sentimos como nuestra misión.

También traemos impulsos que nos llevan en la vida al encuentro de ciertas personas e incluso a trabajar en determinada organización o profesión. Nada es “casual”. Todo tiene su razón de ser y hace a un “equilibrio” que no está en nosotros determinarlo. De esto tampoco se habla.

Lo importante es saber, al menos, que nuestras aptitudes o talentos, en la medida que se ejerciten, que se lleven a la práctica, se van transformando en habilidades. Esas habilidades, sumadas a nuestro estilo de hacer las cosas y del sentido que le damos a las mismas, luego pasarán a tener un rol significativo en el Personal Branding; con el tiempo iremos despertando el “interés” de nuestros semejantes, dando origen a eventuales oportunidades.

Hacia dónde voy

En esta pregunta hay más “seguidores” que en el quién soy. Básicamente, son todos aquellos que se “saltearon” de indagar el sentido de sus vidas, entre otras cosas, por los siguientes motivos:

- Evitar interiorizarse de su misión en la vida, anteponiendo “racionalizaciones” que aluden a su desconocimiento, el no saber cómo hacerlo, o directamente porque no les importa y ni tienen voluntad para ello.

- Prefieren concentrase directamente en la “realidad” exterior y a partir de allí poder detectar alguna oportunidad vinculada con la “visión”, es decir, imaginando cómo me veo haciendo qué cosa dentro de cinco o diez años. Entonces, a partir de ello elaboran un plan para ir avanzando, paso-a-paso, hasta el logro del objetivo, para luego volver a reformularse una nueva “visión”; de esta forma intentan avanzar en la vida.

Por supuesto que la “realidad” no deja de ser un disparador motivante para entrar en acción. En la medida que nuestras decisiones guarden relación con la vocación y filosofía de vida, el obrar ha de tener un sentido y posterior impacto en la misión del Personal Branding.

Pero si la “visión” no está anclada en la misión personal, uno está expuesto a que no siempre lo que se está haciendo o se proyecta realizar, es lo que tiene sentido, incluso para la misión del Personal Branding. ¿Por qué? Porque la “visión”, si bien vincula con el hacer o la voluntad, si carece del pensar la misión no necesariamente será garantía de lo que realmente se tendría que haber hecho. Esto se ve con frecuencia en aquellas personas que se sienten abatidas, disconformes o incompletas con lo que vienen haciendo en la vida, a pesar del dinero ganado, del éxito alcanzado o el poder que detentan.

Personal Branding residual

La misión del Personal Branding, atento a los dos interrogantes ya mencionados, dependerá de la importancia y valoración dispensada por “su” portador. ¿En qué sentido?:

- La misión privilegia el largo plazo, de allí que la identidad y reputación derivada de la imagen es resultado de un proceso sistémico que su portador va construyendo y sedimentando con su obrar en el tiempo. Además, tiene el beneficio que el Personal Branding continúe “vigente” más allá de la existencia física del portador; se torna en atemporal, residual y referencial para las nuevas generaciones.

- La “visión” aplicada al desarrollo personal condiciona al portador a la variabilidad del factor éxito; tengamos aquí en cuenta que en el mundo exterior todo se mide en función de los “resultados” alcanzados. En la medida que vaya logrando los objetivos que se van consolidando en el tiempo, irá contribuyendo con ello al desarrollo y posicionamiento de “mi” Personal Branding. Lo que nunca te quedará en claro es saber si ello fue lo que, realmente, estaba previsto que debías hacer en tu vida.

¡El portador de Tu Marca Personal debe ser plenamente consciente de su misión en la vida, como así también del sentido que su obrar tiene para sus prójimos y para el desarrollo de la humanidad!
José Podestá

La Vocación es Servicio

02 diciembre 2018 ·

Cuando llegamos a tener en claro la vocación y su rol en el emprendimiento, profesión, gestión u oficio a través del cual nos disponemos llevarla a la acción, podemos considerar que a partir de ese momento ya tenemos resuelto el cincuenta por ciento de nuestro dilema existencial: ¡Enhorabuena!

A partir de allí y en función del plan de carrera que hayamos diseñado para el logro de nuestra misión, comenzaremos a “escribir” o “traducir” en obras los hitos que pasarán a ser las contribuciones referenciales en nuestras respectivas biografías. Justamente en el hacer es cuando vamos a ir proyectando la impronta y el estilo personal que, en algún momento, despertará la atención de nuestros prójimos –léase, colegas, pacientes, clientes o comunidad en general.

Al inicio de la puesta en práctica de la vocación, representada en la actividad o profesión que llevamos a cabo, es natural que cada uno se concentre en lo suyo. Si bien ello supone para algunos el asumir una actitud meramente egoísta e individualista, está perfectamente justificable en esa etapa. ¿Por qué? Se trata de un periodo en el cual nos estamos “jugando” para convertirnos en “expertos” en lo que hacemos, lo que demanda la incorporación de las habilidades básicas de gestión al conocimiento ya adquirido.

Si alguno de ustedes es médico o abogado, recordará el periodo de “estrés” que les tocó vivir en los inicios de la profesión, toda vez que tenían frente a ustedes al paciente o al cliente del que poco y nada sabían de él. En función de las conversaciones iniciales iban tomando conocimiento no sólo del motivo-razón de la consulta, sino de la solución y el mejor servicio que consideraban como el más apropiado y “profesional”.

Distinto es el caso de aquellos que ingresan por primera vez a trabajar en una organización en relación de dependencia. Más allá del periodo de inducción y del “estrés” que produce toda situación nueva, en la medida que el empleado, obrero o ejecutivo cuente con los conocimientos básicos, la información general acerca de la cultura, de las normativas de abordaje y gestión, y de una dosis aceptable de empatía e inteligencia emocional, seguramente que tendrá todo a su favor para llegar a ser una persona eficaz y eficiente en lo suyo.

El valor silencioso

Desde el momento en que el ser humano toca Tierra, le guste o no, pasa a tener un compromiso social con su grupo primario o de pertenencia –padres, amigos, vecinos– y más tarde con los de referencia –trabajo, profesión. Si bien consideramos como algo natural el llevar a cabo una vida social, no siempre se cree que debe ser o hacerse de igual manera con respecto a la vocación que hemos asumido.

Quienes se desempeñan en organizaciones o compañías saben que de los empleados, a todo nivel, se espera que aporten un “valor agregado” –léase, un plus– a lo que se viene haciendo, independientemente de la tarea o cargo que ocupe. Ese “aporte” es fundamental, porque tiene que ver con la “productividad”, es decir, con la contribución adicional que cada uno sume a lo suyo, permitiendo que “su” organización o compañía sea competitiva respecto a sus similares en el mercado.

La productividad también tiene “sentido” al momento de establecerse los aumentos de salarios. ¿Por qué? Porque hace al “resto” disponible para retribuir y sumarse al salario percibido.

Pero en esta oportunidad el valor agregado tiene una “extensión” de aplicación “social”. ¿En qué sentido? Tiene que ver con el concepto de “servicio” que emana de toda vocación personal, sea que se lleve a cabo en relación de dependencia o a través de la profesión u oficio independiente.

Como seres sociales nos debemos a nuestros semejantes o prójimos –es lo mismo que aspiramos en tal sentido de los demás. Entonces, no se trata de una “obligación formal”, pero sí informal y silenciosa. ¿En qué sentido? Nada de lo que hacemos tiene “valor” si lo hacemos con un afán meramente de lucro. Si bien no está mal ganar dinero, sabemos que existen seres que viven obsesionados por acumular riqueza, aunque saben que no la podrán “disfrutar” en la vida en su totalidad; lo hacen desde “su” ignorancia, inseguridad y egoísmo personal.

Pero cuando de Personal Branding se trata –a raíz de la trascendencia o proyección social que pueda llegar a tener el nombre y apellido de su portador– se espera que a través de su obrar, de su vocación, la persona se involucre con los prójimos que él sabe puede llegar a brindarles “su” servicio. No se trata de hacer necesariamente donaciones o entrega de dinero, pero sí de brindar un “tiempo social” que resulte de ayuda para todos aquellos que, por su naturaleza y destino en la vida, no han sido agraciados por los mismos talentos.

La forma de llegar a los prójimos es variada, gracias a la presencia de una gran cantidad diversificada de ONGs que existen en todas partes. En la medida que la contribución social sea silenciosa, mayor será la aceptación y valoración de parte de sus destinatarios.

¡El portador de Tu Marca Personal dispone de los recursos del hacer para poder extenderlos, como “servicio” y “legado”, a todos aquellos que anónimamente esperan ser tenidos en consideración!
José Podestá

 

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