En la vida
de relación no basta llevarse bien con los sucesos y las personas que nos
rodean. También es fundamental andar bien con uno mismo.
Cuando uno
lee o escucha algo parecido y que además impacta en lo personal, una de las
cosas que se nos viene a la cabeza es sentir qué fácil o simple es decirlo
desde afuera, como espectador. Lo cierto es que en el contexto acelerado que
nos rodea e invade, hace que nuestro ser interior vaya intentando paliar o
neutralizar como puede a las circunstancias. Pero cuando éstas nos desbordan
–fruto de la realidad o de la representación que nos hacemos de ella– la
emoción entra en escena.
El miedo disfrazado
Cuando uno
se siente inseguro de algo, incluso en el ámbito laboral y profesional, la
ansiedad se nos hace presente y comienza a hacer de las suyas. ¿Cómo? Por
ejemplo, estimulando a la mente para que genere imágenes que nos muestre una
salida superadora para ser atrapada en forma rápida. Por supuesto que ello no
siempre se logra, con lo cual ese impulso interior acelerado y ansioso nos
conduce a un fracaso seguro, al tiempo que nos resbalamos por esa realidad.
Aquí el
miedo se disfrazó de ansiedad. Lo sentimos y padecemos cuando vemos peligrar la
promoción laboral tantas veces prometida o con motivo del excesivo tiempo de
demora que la empresa se tomó para confirmar el ingreso, luego de haber
transcurrido casi seis meses del momento de la búsqueda.
Por
supuesto que no todo miedo está disfrazado. Las situaciones concretas de
inseguridad e indefensión estresan por la impotencia que producen, pero éste no
es el caso en cuestión. En cambio todavía existen empresas que creen e instalan
dentro de la organización un clima de inseguridad, amparándose es una
lamentable teoría psicológica que sostiene la conveniencia de ello porque
gracias al estrés generado, los empleados se han de esmerar más en las tareas.
Lo que en realidad hacen estas empresas es mostrar el desprecio que tienen por
el personal, al que catalogan de recurso
humano, aunque luego intenten negarlo o racionalizarlo
a su manera.
Consecuencias adversas
Cuando en
una organización se intenta gestionar a las personas a través de la
inseguridad, la mente de los empleados se vuelve naturalmente ansiosa,
generando un compendio de imágenes que se van filtrando en los sucesos del
presente. Así, la ansiedad termina desvinculando al empleado de aquello que lo
rodea y comienza a ver enemigos y
peligros que no están y quizás nunca lleguen. Se trata sólo de una imagen y no
de una realidad. Mientras tanto, el cuerpo genera dosis de adrenalina que no
llegará a utilizarla ante peligro alguno, quedando anclada o dando vueltas sin
destino y sin poder canalizarla, con el efecto negativo que luego termina
impactando en el mismo organismo que la generó.
Nadie niega
los trastornos de ansiedad que hoy sufren y padecen las personas a raíz de la
incertidumbre reinante en la
sociedad. En la medida que la organización se ocupe por
generar un clima laboral fraterno, permitirá que la energía negativa latente
que generan y traen los empleados desde el mundo exterior, se descargue
transfigurada en propuestas creativas e innovadoras. De esta forma, la empresa
se convierte en un catalizador que revierte o transforma lo negativo en
positivo, en lugar de ser también parte activa del problema.
Para el
empleado se trata de una solución liberadora y terapéutica. Al poder canalizar
su ansiedad y liberarse del fatalismo emocional, se siente seguro para alcanzar
con éxito el plan de carrera. Además, se da cuenta que está pisando con firmeza
el suelo sobre el que está caminando.
¡El
portador de Tu Marca Personal está muy atento a sus emociones porque sabe que
está expuesto a ellas y que necesita gestionarlas y revertirlas con objetividad!
José Podestá