Si uno
observa en perspectiva a las organizaciones y cómo llevan adelante la jornada
laboral, encontraremos básicamente tres modelos: las que se manejan como si
estuvieran aún en el siglo XIX, otras a mediados del siglo XX y algunas pocas
–las innovadoras y anticipadoras– en el presente siglo.
La insistente resistencia al cambio
¿Cómo se
sentiría trabajando en una organización en donde sus integrantes comparten,
culturalmente, la máxima “Destrúyalo S.A.”? Para su información, la empresa
existe y es General Electric. En la década de los años 1990, el CEO Jack Welch
–fue durante veinte años CEO, hasta el 2001– no sólo instituyó esa máxima sino
que “reinventó” cuatro veces la organización, integrada por 300,000 empleados.
Esta actitud anticipadora a los cambios es lo que les permite, incluso a
empresas pioneras que provienen del siglo XIX [GE, Procter & Gamble,
Coca-Cola, Peugeot, etc.] continuar siendo exitosas y rentables.
Para los
tiempos que corren ha dejado de ser negocio
mantener en vigencia los procesos y tácticas que fueron un factor del éxito, en
el ayer. ¿Por qué? Porque significa que a partir de ese momento ya ingresaron
en la antesala del me too, es decir,
en la cofradía cada vez más grande de seguidores que hacen más de lo mismo, debilitándose mutuamente en el efecto
buscado.
No es una
novedad que en todos los órdenes de la vida son mayoría los que prefieren
seguir al rebaño, anteponiendo a ello toda clase de razones y justificaciones;
en realidad, sinrazones. Sin embargo, en los tiempos que corren todo fluye más
rápido: ¡Cada vez más rápido! Entonces, si una empresa decide aferrarse a lo
que le daba seguridad, es importante que se de cuenta que más que resistirse al
cambio acaba de apostar por el retroceso.
“Si funciona, ya es obsoleto”
Esta es
otra máxima que fue pronunciada en el siglo pasado. Es decir que si uno está
atento al contexto, se podrá evitar sorpresas ingratas que al poco tiempo la
realidad se encargará de mostrar y sin ningún tipo de atenuantes.
Por cierto
que la responsabilidad del CEO actual es doblemente importante. No sólo por
tener que llevar a buen puerto el destino de la organización, sino también por
la permanencia y el desarrollo de la comunidad de empleados que son parte
esencial del proyecto, la misión y la visión de la empresa.
Entonces,
que aún subsistan empresas que no se gestionan con los pies en la tierra y la
mirada atenta hacia el cambio, no deja de ser milagroso.
El horario y la obligación de estar en la
oficina
Seguramente
conocen muy bien la existencia aún abrumadora de empresas que insisten en el
cumplimiento del horario; muchas de ellas son practicantes de la cultura de “la
silla caliente”, metáfora que describe la permanencia del empleado sentado
“obedientemente” frente a su escritorio, seguramente dedicándose a tareas muy
creativas e innovadoras como ser el juego
del solitario, la batalla naval y
muchos más. Pero también en estas empresas se le destina un tiempo
extraordinario a las reuniones frecuentes y extensas, gerentes solicitando
informes y estadísticas que luego no se leen y fundamentalmente, decidiendo muy
poco. Es decir, ¡Trabajan mucho, para hacer nada!
Si bien hay
tareas que demandan el cumplimiento de horarios, las restantes se pueden hacer
de modo flexible. Al cambiar el factor horario
por el de resultados, el empleado
puede llevar a cabo sus tareas con otro tipo de motivación, porque siente que
está generando valor y productividad en lo suyo. Además, si la flexibilidad le
permite complementar la jornada laboral con sus obligaciones personales –por ejemplo, asistir a una clase en la
universidad, por la mañana– terminará
haciendo una distribución más eficaz del horario disponible para llevar
adelante sus tareas laborales.
De lo que
hoy se trata y espera de la empresa es “destruir” los hábitos enquistados del
ayer y repensar, para cada posición, de qué manera se puede mejorar el vínculo
de la tarea con la vida personal. Y tomar consciencia plena que la rutina y la
estandarización, hace tiempo que son obsoletas.
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laboral-profesional y la vida de relación, lo que lo convierte en un ser más
productivo, flexible y requerido por las organizaciones del hoy!
José Podestá