Cuando uno se decide por el futuro desarrollo y
posicionamiento del Personal Branding, comienzan a surgir las dudas, pero
también algunas certezas. Y es natural que así sea, porque el pensar en ello
nos remite, necesariamente, a tener que “bucear” en nuestro interior para
darnos cuenta del qué y el para qué aspiramos a ser reconocidos y
valorados en la vida, a partir de la carrera laboral o la profesión elegida.
Este proceso de indagación interior, que nos conecta
con uno mismo –con el “yo soy”– es una tarea ineludible e indelegable. Quizás
para algunos les resulte un tanto “molesta”, porque de lo que se trata es de
poder llegar a “desnudarnos” frente a uno mismo, para conocernos en nuestra
esencia, en nuestro “yo-ideal” y en la aspirada vocación de vida.
Quizás algunos se pregunten:
- ¿Por qué hacerlo, cuando en realidad lo que se
necesita es lograr llamar la atención de las personas hacia uno?
- ¿Acaso no es el marketing la disciplina que cuenta
con un fantástico herramental para que, al ser aplicado correctamente, nos
permita llegar a ser reconocidos y valorados?
Si usted está convencido de ello y decide entonces saltear
la etapa inicial de indagación interior, para concentrarse directamente en la
“táctica”, es muy probable que termine en una frustración. Más allá de lo
incorrecto que es comparar al ser humano con un producto-marca exitoso
–justamente porque no somos un objeto ni una cosa– es bueno saber que a pesar
del marketing fracasan anualmente en el mundo más del cincuenta por ciento de
los lanzamientos de productos y servicios, por múltiples razones.
Yo
Personal versus Yo Ideal
En la vida que vivimos es importante no olvidar lo
siguiente:
a. Lo que “marca” de manera indeleble al ser humano
es su singularidad; y lo que lo “proyecta” en la vida son el ideal y la
vocación. De allí la necesidad de tomarse, previamente, conocimiento y
consciencia de ello. ¿Por qué? Porque tanto el ideal como la vocación se han de
constituir en el punto de partida y el “camino” a través del cual se deberá
avanzar luego para hacerlos realidad. En función de cómo lo hagamos se podrá llegar, en el tiempo, al tan deseado
reconocimiento y valoración esperada de nuestros pares.
b. Si bien el ser humano no es dueño de su existir,
sí puede llegar a ser dueño de su
existencia. En la medida en que no se es consciente de ello, el hombre se
encontrará “perdido” frente al “todo” indiferenciado, homogeneizado y
estandarizado que nos impone el
contexto exterior.
Entonces, mientras uno desconozca o no asuma con responsabilidad
su misión en la vida, más que vivir se sentirá “vivido”; más que actuar, se
experimentará actuado y “llevado” por las circunstancias. La solución tampoco
la puede brindar el marketing, porque se trata de una tarea eminentemente personal
y única.
Cuando el yo personal “decide” ponerse en camino
para realizarse y fundamentar su misión en la vida, el “yo ideal” –que es el
que pretende ser– se constituye en la imagen interior que le da sentido y
contenido a la existencia.
El
ideal es esencialmente moral
De allí que se torne para uno en el mejor reaseguro.
Pero para que se constituya en un ideal
de vida, las metas que se proponga la persona deberán estar contenidas
dentro de un ordenamiento moral. Y esto tampoco lo resuelve el marketing.
El ideal debiera contener el bien más alto al que puede aspirar un individuo, en función de sus
posibilidades y de su determinada circunstancia histórico-social. Pero ese bien contenido en un ideal, debe
respetar la jerarquía de los valores y poseer la riqueza de la aspiración que
uno pone en él. Caso contrario, el ideal se
degrada y pasa a ser ídolo o una ilusión.
En consecuencia, cuando se coloca como meta de vida
un bien real capaz de poder ser
alcanzado, pero que contradice el ordenamiento de los valores, debemos estar
preparados y ser conscientes que estamos
entregando la existencia a un ídolo. Al respecto, la realidad nos muestra
cuántas vidas de seres humanos que saltaron a la fama, “de la noche a la mañana”,
terminaron al tiempo destruidas.
La sociedad actual –concentrada esencialmente en la
materia, el consumo y la frugalidad– termina suscitando en las personas una serie
de autoengaños y utopías, tanto particulares como colectivas. Y esto no se
arregla con marketing ni con el Personal Branding, sino partiendo desde la esencia de nuestro ser.
¡El portador de Tu Marca Personal es aquél
que ha logrado, con coraje, responsabilidad y tenacidad, el equilibrio entre
sus “talentos” y los “deseos”, evitando así ser víctima de su propia ilusión!
José
Podestá