Tal vez a muchos les sorprenda el exacerbado
individualismo que caracteriza en la actualidad a los seres humanos. Pero en
realidad ello data desde los orígenes del hombre, porque es un rasgo de nuestra
personalidad. Incluso para los que consideran que somos un ser social, en realidad ello sólo se da en las apariencias.
Sin ir más lejos, el elemento antisocial está
latente en nuestra vida afectiva y de relación. ¿Por qué? Porque cuando
entablamos un vínculo con otra persona, es natural que al principio nos parezca
que es sensata, cordial, de buen humor, etc. Pero a media que pasa el tiempo,
comenzamos a percibir que no era tan así.
Es aquí en donde aflora el condicionante antisocial
en nosotros, por obra y gracia de nuestra simpatía
y antipatía, que es la que se encarga de dibujarnos una imagen distorsionada
de la otra persona, que luego usamos como base para nuestro criterio afectivo hacia
ella. Por otro lado no podemos de ningún modo descartar la simpatía y antipatía,
porque constituyen el medio que
necesitamos para entablar nuestros vínculos y relaciones afectivas.
Impacto
laboral y profesional
Cuando uno se pone a pensar y meditar sobre ello
–cosa que lamentablemente no lo hacemos con la frecuencia adecuada– comenzamos
a entender el porqué de un cambio en
el trato y la consideración que recibimos de nuestro jefe, de algunos
compañeros de oficina, algún socio e incluso de nuestra pareja.
Lo mismo vale para la percepción que nos formamos
nosotros de los demás, con lo cual el elemento antisocial pasa a ser un dato
fundamental en nuestras relaciones humanas, que se da de un modo natural y no por ello debemos creer que
es de naturaleza patológica.
En la medida que uno aprenda a no relacionar en nosotros
lo que nos comunican la simpatía y antipatía, y llegar a comprender lo que
significa para nuestro prójimo la manifestación de su personalidad para él
mismo, uno empezará a sentir lo que
él siente y a corregir de este modo la imagen equivocada que la simpatía y
antipatía produjeron en uno. El empleo de la inteligencia emocional y fundamentalmente
de la empatía, nos ayudará a percibir
que el otro individuo –más allá de su propia constitución, sus debilidades y
talentos, sus valores y su misión– es una personalidad que está luchando igual que uno.
Lo que acabamos de explicar resulta ser, en el
ámbito laboral y profesional, una prioridad por todo lo que implica el
involucramiento de las personas en post de un proyecto compartido. De allí que
uno debe ser consciente que más allá de las habilidades duras que privilegian
las empresas en sus empleados para el logro de sus objetivos, es fundamental
darse cuenta lo que en nosotros –como individuos– está latente y hace a nuestra
forma de ser.
A partir de esta toma de conciencia, el ser humano
podrá comprender que además de vivir con actitud
de espera hacia el otro, para descubrirlo y comprenderlo más allá de la
simpatía y antipatía, somos además dependientes del trabajo de nuestro prójimo,
desde el alimento que consumimos hasta cualquier producto-servicio o manifestación
de la cultura. Esto es lo que también les sucede a los demás, con respecto a lo
que uno aporta en lo suyo. Sin embargo, y a pesar de ser cuestiones centrales,
no siempre son tenidas en cuenta por los directivos de una organización, porque
consideran que es el empleado quien está en deuda
–por percibir un salario– cuando en realidad es el actor que va construyendo la
misión, día-a-día.
En la medida que admitamos esta realidad en nuestro
pensar, libremente nacerá la gratitud
hacia los demás. Asimismo, debemos comprender que aquellos que no realizan en
su conciencia este acto, jamás podrán ser sociales en su pensar ni en el
agradecer. Seguramente que ustedes tendrán ejemplos que ilustren este
comportamiento y actitud.
¡El portador de Tu Marca Personal es un ser
que a pesar de haber estado y seguir estando expuesto a las simpatías y
antipatías de los demás, vive en una actitud de espera porque es consciente que
su posicionamiento y sus obras siempre dependen de sus prójimos!
José
Podestá