Cuando se está por ingresar a un nuevo trabajo o se
desea cambiar el actual, o bien elegir una carrera profesional, el impulso que
por lo general anteponen las personas en su toma de decisión suele ser el
económico. Concretamente, el nivel mensual de ingresos. Por supuesto que no está mal prestar atención
a la retribución ofrecida, especialmente cuando sabemos que ésta no siempre guarda
relación con el esfuerzo y la responsabilidad del puesto. Pero no es éste el sentido
que en esta oportunidad pretendo establecer como un alerta.
Desde ya que uno necesita contar con ingresos para
poder hacer honor al pago de los servicios y los gastos básicos mensuales, como
así también los derivados del estudio, la recreación, el sostén de la familia,
etc. Sin embargo el dinero no debe ser un fin en sí mismo ni el condicionante,
aunque se trate del proyecto o plan de carrera laboral y profesional. ¿Por qué?
Porque lo primero a “descubrir” es la misión
y vocación que toda persona considera
debe llevar a cabo en la vida, básicamente por dos razones:
- Es lo que le dará sentido a su existencia.
- Es la contribución
o legado que está dispuesto brindar a
los “otros”, es decir, a sus prójimos.
A partir de
estos dos objetivos, el sueldo mensual pasa a ser la justa compensación y retribución
por el obrar de la vocación. Ello
vale para todo tipo de actividad, profesión u oficio. Con ello deseo resaltar
que no está exclusivamente reservado para las personas con estudios
tradicionales, sino que vale también para todos aquellos individuos que
consideran que lo suyo tiene más que ver con ser chef, carpintero, pintor o
escritor.
Quizás los ejemplos del religioso o del médico que eligieron
llevar a cabo su misión-vocación en alguna región pobre del
África o la India, sirvan para enfatizar lo que estoy afirmando.
Por
qué no siempre es así
El contexto y la cultura hoy imperantes les está demandando
a las personas el tener que “mostrar” resultados de corto plazo. Las razones
pueden ser las que ustedes se imagen, pero lo cierto es que justamente el
dinero y los intereses económicos tienen mucho que ver con ello. Esto hace que
las organizaciones se “olviden” de las personas –aunque las “necesiten” para
poder llevar a cabo sus propósitos– y se las “etiquete” como recursos humanos o capital humano, es decir, símil a un objeto-cosa que debe producir
“valor económico” en lo suyo.
Como se podrán imaginar, en este contexto poco y
nada de importancia tiene la vocación,
pero sí la dedicación exclusiva y la capacidad que tenga el empleado para generar
“resultados”, porque en la medida en que la organización no muestre que es
capaz de maximizar ganancias para los inversores, terminará sufriendo
eventuales restricciones financieras. De allí que algunos observadores han
sabido alertar que la Bolsa de Valores se ha constituido en una institución
“trituradora” de empresas.
De esta forma, y sin que la mayoría se dé cuenta de
ello, aquella persona que no tenga en claro su misión y vocación de
vida, terminará siendo reducida a un “engranaje” más del sistema. Si bien
estamos transitando el siglo XXI, esta realidad no dista ni es muy distinta del
estado de “cosificación” en que había quedado reducido el trabajador en tiempos
de la producción en cadena. Alguien ajeno a ese entorno, como el actor y
director Charles Chaplin [1889-1977], supo llevarlo al cine y plasmarlo en su
película “Tiempos Modernos” del año 1936. Sugiero que vean en YouTube la
primera parte de la película, porque se trata de un “documental” que muestra,
con crudeza tragicómica, hasta dónde el ser humano puede llegar a ser manipulado
y víctima de un sistema que no quiere ni le interesa ubicar a la persona en el
centro de toda organización o emprendimiento.
En la medida que las personas vayan por la vida sin
tener en claro el por qué y el para qué hacen lo que hacen –aunque el nivel
salarial sea espectacular– estarán transitando su devenir en función de una
motivación meramente económica, convirtiéndose en “fieles” contribuyentes del
sistema. Pero no necesariamente felices. Entonces, la pregunta que aquí uno no
debería dejar de formularse, es: ¿Para esto decidí venir a la vida?
Seguramente que muchos de ustedes oyeron hablar y
tengan conocimiento de la obra que realizó la Madre Teresa [1910-1997] en
Calcuta, India. Vivió y murió en la pobreza, no porque haya sido un “ser
masoquista”, sino porque asumió que su misión
y vocación era estar al servicio de
los más pobres. El sentido que ello
tuvo en su vida, más los “resultados” que brindó a sus prójimos, hicieron que
la “huella” que dejó en la Tierra la posicionaran como una gran líder de
consideración y estima. Como consecuencia de ello, la fortaleza de su Personal
Branding ha sido y es enorme, sin haberle requerido la “necesidad” de realizar marketing de visibilidad en los medios
de la época, tal como lo sugieren algunos gurús de esta especialidad.
Entonces, para que no termines siendo un “engranaje”
más al servicio de terceros que pretendan “prostituirte”, mediante el incentivo
del dinero y apartarte de la verdadera tarea que tu destino te asignó en la vida, es necesario que partas de ti mismo.
¿Cómo? Escuchando atentamente a la voz que emana de tu interior –desde la
profundidad del espíritu– o ir
directamente a su encuentro, para poder saber qué es lo que debes hacer y obrar
en la vida.
Por este camino uno también podrá acceder a un buen
nivel de ingresos, pero con la diferencia que en este caso se trata de la
retribución que la sociedad reconoce a quienes han sabido trabajar en aquello que
también los tuvo en cuenta.
¡El portador de Tu Marca Personal siempre va
dejando la “huella” de su trabajo o profesión, cosechando sobre la marcha el
reconocimiento y la gratitud de los “otros”, por la pasión puesta al servicio en
lo que realiza y porque, en definitiva, es lo que le brinda sentido a su vida!
José
Podestá