Existen seres humanos que suelen ser muy creativos e
innovadores en la medida en que no se vean “obligados” a trabajar en equipo.
Otros, en cambio, necesitan del grupo –de los “otros”– para verse estimulados
en proponer, generar y hacer cosas.
La
receta no es una sola
Cuando una organización culmina una búsqueda laboral
con una terna de excelentes postulantes, espera poder tomar la decisión final
luego de conocer los resultados de la evaluación psicológica. Quizás visto en
perspectiva, a todos los que hemos pasado por reiterados procesos de selección de
personal, nos parece más bien estar siguiendo una carrera de postas, por la cantidad
de etapas a las que uno se ve obligado a transitar. Pero la medición
psicológica no es la última etapa; resta aún la del control médico.
Lo que ambas
partes terminan convenciéndose es, en definitiva, acerca de la necesidad de
reducir el riesgo a su mínima expresión. Ello implica que a la organización no
le basta que la persona a seleccionar cumpla satisfactoriamente con los
objetivos establecidos para el cargo o el puesto en cuestión, sino que también posea
altas condiciones de afinidad con la cultura
y la misión. Al respecto, no es la primera
vez que un candidato que viene con estupendos antecedentes, luego termine en
una frustración por el hecho de no haber podido “amalgamarse” con el estilo y
el clima imperante en la compañía.
El postulante, por su parte, aspira y desea poder
capitalizar una serie de beneficios que resulten ser funcionales a sus objetivos
personales de realización y crecimiento, y que además todo ello tenga un sentido con su plan de carrera en la
organización.
Cuando este tipo de premisas no se dan o no se
cumplen, se perjudican ambas partes mutuamente; las consecuencias son mayores especialmente
para la organización, porque a ésta hoy no le resulta tan fácil el poder disponer
de personas de calidad y talento, más allá del menor interés que en tal sentido
vienen manifestando las nuevas generaciones sobre el trabajo en relación de
dependencia.
Sin embargo, hay otro aspecto que a las
organizaciones les cuenta “imponer”. El mismo tiene que ver con la asimilación
del estilo y la modalidad de trabajo establecidos en los respectivos sectores.
Pero ocurre que no se trata de una relación de subordinación del empleado hacia
la compañía, sino que ésta sepa brindar espacios de libertad y complementación
para que se generen las ideas-propuestas que mejor contribuyan a los objetivos estratégicos
y el plan de acción.
Entonces, así como en el ayer los empleados debían
estar alineados y agrupados bajo las “órdenes” del jefe –tal como si fueran un
rebaño– en el hoy es la organización la que se debe poner a “trabajar” para que
las personas cuenten con los recursos ambientales, tecnológicos y el clima laboral
adecuado para así producir las mejores soluciones
de valor que sean rentables, tanto para la compañía como para sus
públicos-clientes.
En este paradigma ya no tiene sentido que el
empleado-profesional deba seguir a “alguien” en particular. ¿Por qué? Porque lo
que importa es que fluya la diversidad
cultural del conjunto de personas que forman parte de la
organización-proyecto. Incluso no se espera de los líderes formales de la
compañía que tengan “seguidores” en sus respectivas áreas, sino que sepan
generar los estímulos necesarios para “dejar hacer”, sabiendo que con ello estarán permitiendo la gestación de espacios
óptimos para que cada persona “no siga a nadie”, pero sí que logre consensuar sus propuestas y soluciones.
De esta forma, la empresa potencia su estrategia y su ventaja competitiva sobre
el entorno en donde opera, porque es parte de la diferenciación proveniente de
las ideas y las soluciones creativas de sus empleados.
Esta modalidad de trabajo, si bien aún no está
ampliamente extendida, es la que viene permitiendo a las compañías innovadoras
sobresalir del enfoque tradicional. Son las que se han dado cuenta que lo
importante está en las personas que forman parte de la organización y que no
están pendientes ni presionadas por tener que seguir a alguien en particular: Simplemente, se las estimula a ser.
¡El portador de tu Marca Personal sabe que su
prioridad es llevar a cabo su misión a través de la vocación elegida, y que
para ello no necesita seguir los designios de nadie en particular, porque su
norte está en aportar lo mejor para sus prójimos!
José
Podestá