Para entender fácilmente el significado de procrastinar, podemos asimilarlo a todas
aquellas personas que, por diferentes motivos anímicos, se constituyen en postergadores seriales de todo tipo,
incluso de los asuntos cotidianos más insignificantes. Por tanto, se encuentran
prácticamente en un estadio inferior al de las personas “reactivas”, es decir,
de aquellas que se van “adaptando” a las circunstancias o vicisitudes de la
vida, pero sólo cuando se ven sorprendidas o frente al problema en cuestión.
Seguramente que todos nosotros solemos ser
procrastinadores en “algo”, pero para nada significa que en determinadas
circunstancias ello se torne necesariamente en algo malo o negativo. Por
ejemplo, cuando en la organización nos comunican y de un modo imprevisto, que a
mediados del año están interesados en transferirnos a la filial de India –como
parte del plan de desarrollo personal–
es muy probable que no vayamos a responder o aceptarlo de manera
inmediata. Al menos, hasta tanto tengamos bien en claro:
- Los motivos-razones de la promoción versus el
riesgo de llegar a fracasar en un entorno cultural muy distante y ajeno.
- Cómo se “amalgama” la propuesta respecto del plan
de carrera laboral-profesional sobre quien recayó el ofrecimiento.
Algunos de ustedes podrán pensar que tomarse los
recaudos en este ejemplo es básico y elemental. Sin embargo, no siempre es así;
hay personas que les parece tan estupendo y maravilloso ir a la India, que no
se les cruza por la mente hacerse reparo alguno.
El
“serial” es otra cosa
Tal como lo había mencionado, la procrastinación se
la “practica” en todo tipo de sucesos, incluido los más cotidianos y
frecuentes, que pueden ir desde trámites, finalización de los estudios, cambiar
de empresa, hasta, por ejemplo, el de no llegar a asumir la formalización en la
pareja o la ruptura eventual de una relación. ¿Qué se persigue con ello? De
todo un poco, es decir: demorar, diferir o postergar las tareas o las decisiones.
Tampoco la procrastinación es algo nuevo, pero sí lo
es la mayor cantidad de “practicantes” o de “seguidores”. Básicamente, se trata
de uno de los males del presente, debido a los cambios frecuentes en el estilo
de vida, en las exigencias externas o las autoimpuestas, como así también en la
forma de relacionarnos o no con el otro, es decir, tu prójimo.
Como se podrá deducir, la falta de motivación es el principal impulso que
estimula al procrastinador; también la indecisión hace lo suyo. Pero no siempre
es fruto de una desidia personal, sino que se puede deber por los estímulos
provenientes del mundo exterior. Al respecto, la realidad nos muestra que hoy
todo es precario y provisorio, que poco y nada está diseñado para durar. Frente
al estado de incertidumbre, el individuo puede darse al abandono de ideas o de
algún proyecto, como así también el evitar asumir un compromiso responsable y
social en lo cotidiano.
El
riesgo de la “sociedad infantilizada”
Que el niño o el adolescente posterguen sus cosas
–hacer las tareas, bañarse, ordenar, etc.– porque “creen” que están haciendo,
por ejemplo, otras más “importantes” en la plataforma digital, van de esta
forma incorporando paulatinamente el hábito de la procrastinación. Hasta se
puede llegar a justificar, con razones, cuando en la práctica todo ello tiene
que ver más con la presencia de una sociedad cada vez más “infantilizada”; aquí
los adultos tampoco se están quedando al margen de ello.
También están los procrastinadores “selectivos”. Son
aquellos que para nada descuidan su plan de carrera laboral-profesional o un
nuevo emprendimiento, pero decaen en el intento cuando se trata de cuestiones
personales. Incluso están los que se estimulan por las cuestiones sociales,
ecológicas, pero luego no “pueden” o les cuesta llevarlo al propio ámbito familiar.
Tampoco
es definitivo
Cuando una persona mayor trasciende en lo suyo o es
noticia porque logró finalizar la carrera universitaria o el estudio que vino
postergando por distintas razones, siente alivio y alegría por algo que durante
años sufrió por no poder. Aquí deberíamos sentirnos más solidarios con estas
personas, porque de un modo consciente han logrado superar a la “compañera de
vida” de todo procrastinador crónico: la culpa.
¡El portador de Tu Marca Personal es un ser
expuesto a tener que optar por alguna postergación, en más de una oportunidad,
pero sabe que gracias a una procrastinación “productiva” puede seguir avanzando
en su misión, a pesar de llegar a dejar pendiente algo que en su momento pudo
ser importante!
José
Podestá