Seguramente que no es del agrado de la mayoría el
tener que ser dependiente de un supervisor, jefe, gerente o director,
especialmente cuando éste no tiene el hnow-how
esperado, carece de las condiciones naturales de liderazgo o lo que es peor, de
ambas cosas en forma simultánea.
Pero también es cierto que no todos podemos llegar a
ser jefes, por la sencilla razón que se necesita de las personas para que las
cosas se hagan y sucedan. Esta relación asimétrica nos lleva, entonces, al
concepto de autoridad.
La autoridad ha experimentado en el devenir de los
tiempos de una cierta restricción. Desde el principio se la ha interpretado
como coacción e imposición, así como sumisión
a esa coacción e imposición. Pero cuando se refiere a las personas, remite a
dos requisitos indispensables:
- Que una de ellas se encuentre en una posición más
avanzada que la otra.
- Que esta última tenga el deseo, afán, impulso,
disposición e intención de seguir al más avanzado para capitalizar los logros
de aquél para su propia superación.
Dupla
eficaz
Cuando en una organización el subordinado tiene la
posibilidad de reportar a una persona que, más allá de su autoridad, es
modelo-ejemplo de aprendizaje y emulación, no deja de ser un hecho muy
auspicioso por todas las consecuencias que se derivan de ello: mejora en la
productividad, en el clima laboral, en el disenso, en el aporte de ideas, etc.
En este caso no sólo se beneficia el subordinado,
sino también el portador de la autoridad. ¿En qué sentido? Paulatinamente se va
también “enriqueciendo” de los “otros” puntos de vista que emanan de sus
subordinados, sobre todo en contextos como el actual en donde predominan las
incertidumbres y el cambio de las reglas del juego que están más allá de la
organización misma.
Por otra parte, no debemos de olvidar que en lo
esencial todos los seres humanos son equivalentes, uno al lado del otro. La
diferenciación que a diario vemos entre las personas, ya sea en el trabajo o en
la sociedad, no necesariamente se debe al factor “inteligencia” o posición
social, sino a nuestra “conciencia”. Felizmente, hay personas de conciencia más
evolucionada; también se da para las restantes áreas anímicas. Pero, reitero,
todos los individuos en cuanto poseedor de un “yo”, son totalmente equivalentes
aunque el grado de evolución de su carácter, de ciertas cualidades y
habilidades, los distinga.
Autoeducación
y autocontrol
Nuestros padres han sido un factor clave para que en
el día de mañana fuésemos capaces de llegar a ser portadores de autoridad. Al
respecto, nuestra madre al nutrirnos con leche desde pequeños también nos fue
brindando, día a día, las fuerzas vitales y su amor materno.
Toda esa “nutrición” pasó a tener más adelante un impacto
muy positivo en nuestro ser, en lo concerniente a lo espiritual, psíquico y
físico. Por tanto, cuando sabemos de una persona que no tuvo de niño “la”
suerte de haber pasado por esta vivencia fundamental, no deberíamos
“descartarlo” ni “marginarlo”. Al contrario, porque somos portadores de la
“herencia materna” recibida, deberíamos ser lo más solidario posible con todos
aquellos que por distintas causas del destino se vieron privados de ello.
Pero también nuestro padre biológico tuvo su rol
clave, tanto en lo viril como portador de un “yo” que, desde pequeño, nos
estimuló a que busquemos en él guía y dirección. Con ello y a través de los
primeros años de nuestra niñez, comenzó a plasmarse nuestra consciencia. En
nuestra niñez ambos ejercieron la autoridad como representantes del mundo, y nosotros lo hemos tomado como “ejemplo”
e “imitación”.
Ahora como adultos y quizás centrados la mayoría de
ustedes en su plan de carrera laboral y profesional, se les presenta el tema de
la autoridad no necesariamente como algo que deberían esquivar o evitar
–recuerden que en algún momento también la deberán ejercer– sino de tenerla muy
en cuenta para asumirla con sabiduría y respeto hacia sus prójimos.
Un aspecto muy positivo que no siempre se lo
recuerda en materia de autoridad, tiene que ver concretamente con lo que alude su
significado: vincula con un acontecimiento “creador”, con una “propagación”.
¿Esto que nos dice? Cuando el individuo es portador de autoridad, “algo” se ha
propagado, desarrollado o desplegado, motivo por el cual puede ejercer una
influencia “creadora” sobre el prójimo, tratando que esa influencia lo estimule
y entusiasme a seguirle y así a ampliarse y agrandarse a sí mismo en toda su
existencia.
Como se podrán imaginar, la autoridad a la que estoy
haciendo referencia no tiene absolutamente nada que ver con la “legión de
seguidores” que un ídolo o celebridad circunstancial suele tener hoy en día.
Tampoco con aquella desviación “tóxica” de autoridad que proviene del ámbito
político, del fundamentalismo o de cualquier tipo de imposición ideológica; en
la historia ustedes encontrarán ejemplos muy lamentables de desviaciones de
autoridad que, por lo general, han terminado “usando” la buena fe de sus
seguidores y de los ciudadanos.
El sentido de autoridad “en serio”, que aquí estoy haciendo referencia, alude a la emulación y superación personal. Por tanto, pasa a ser un factor clave en la misión y vocación respectiva.
En consecuencia, el ejercicio de autoridad responsable demanda a su portador de la autoeducación y del autocontrol. Tengamos siempre muy presente que entre ello y su desviación existe un margen muy acotado, que tiene que ver con la conciencia del individuo y la puesta en práctica de los valores morales que anidan en su interioridad.
¡El portador de Tu Marca Personal cuenta con autoridad técnica y funcional en virtud de la misión y vocación que caracteriza su trabajo y profesión, sabiendo de la responsabilidad que ello tiene en el vínculo y relación con sus prójimos y su futuro personal!
José
Podestá