El escritor ruso León Tolstoi había postulado en su
libro Ana Karenina que “todas las
familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su
manera”. Por tanto, para ser feliz una familia debe ser exitosa en cada uno de
ciertos factores –dinero, formación, religión,…– con lo cual, la deficiencia de
uno solo de estos eslabones conduce a la infelicidad.
Ello por cierto nos termina abrumando, porque
existen más opciones para que una familia sea infeliz que para lograr ser
feliz. Y cuando alguno de sus integrantes no se encuentra bien parado ante las
circunstancias de la vida, el convertirse en una persona tóxica suele
demandarle muy poco tiempo.
Esto llevó a que el geógrafo y escritor
estadounidense de best sellers de divulgación Jared Diamond establezca el
“principio de Ana Karenina”, en su libro Armas,
Gérmenes y Acero. Se valió de esta metáfora para describir eventos en el
que cualquier deficiencia en una parte de la cadena lleva a un fracaso.
En el mundo corporativo, si bien los buenos líderes
se parecen, para los malos existe un “ramillete” de categorías que los terminan
“posicionándolos” en tóxicos, como ser:
- Exceso de
ego.
- Falta de autoestima.
- Ignorancia.
- Crueldad,…
Algunas organizaciones, por su parte, favorecen
conscientes o no el desarrollo de tales “personalidades”. ¿De qué manera? Incorporando
esquemas de incentivos que promueven la llegada hasta la cima de ejecutivos
desastrosos, de ambos géneros. De esta manera, en estas organizaciones se
impregna la práctica de una “cultura tóxica” para desgracia de los empleados
que, de buena fe, ingresaron para llevar a cabo el proyecto de “su” carrera
laboral-profesional. Pero cuando en la estructura de este tipo de organización
se van plegando algunos de sus empleados, ello va dando lugar a la aparición de
sesgos tanto individuales como colectivos.
Los
liderazgos nefastos
Si tenemos en cuenta, por ejemplo, el “sesgo de
omisión” que se estudia en la teoría de la decisión, éste hace que las
organizaciones tiendan a castigar más a aquellos que toman una mala decisión
que a los que no toman decisiones –generando resultados igualmente desastrosos.
¿Esto en qué termina? Hace que las organizaciones se llenen de ejecutivos que
sonríen bien, usan la ropa adecuada, sueltan alguna frase intrascendente en
todas las reuniones que siempre están, pero a la hora de tomar decisiones huyen
a toda velocidad, sin antes no dejar de “aclarar” razones de algún imprevisto.
Por suerte existe un interesante trabajo de
psicología de management, que lleva
por título El lado oscuro del carisma,
en donde categoriza a los malos jefes en estereotipos que tienen que ver con
personajes tales como:
- El señor Burns, de Los Simpson.
- Pelopunta, de la tira de historietas Dilbert.
- Michael Scott, el personaje que interpreta Steve
Carrell en The Office.
El estudio explica cuál de estas tres personalidades
es la más nefasta para los resultados de la empresa en el largo plazo. Como
ustedes se han de imaginar, el empleado se encuentra mientras tanto en el medio de una situación
que lo va arrastrando hacia una complicidad de mediocridad que para nada lo
ayudará en su proyecto personal. De allí la conveniencia, sin mayores titubeos,
de migrar cuanto antes hacia otra solución o eventual emprendimiento personal.
Volviendo al ejemplo citado, de allí se desprenden
tres categorías de “jefes” nefastos, tóxicos y mediocres:
- El flotador agradable –“Likability Floater”– que
va subiendo peldaños en la organización gracias a que “jamás” toma decisiones
difíciles ni se hace de enemigos. Tal el caso de “Pelopunta” en la historieta
de Dilbert; se caracteriza por ser un inútil que termina siendo “favorecido”
por sus superiores, para evitar serruchadas de piso y bloquear el ascenso de
rivales más peligrosos –léase: eficientes, capaces y que realmente se lo
merecen.
- El resentido –“Homme de Ressentiment”– se la pasa
nadando bajo la superficie, pensando mal de los demás y preparando complots
contra sus enemigos. Sí, son los émulos del señor Burns, de Los Simpson.
- El manager narcisista por antonomasia
–“Tiranosaurus Rex”– que vive enamorado de sí mismo y por tanto se exhibe
arrogante, utiliza gestos grandilocuentes y “demanda” que se lo halague
permanentemente. Toda esta “máscara” le sirve para cubrir su elevada
inseguridad y frágil autoestima, lo que lo lleva a menudo a actitudes hostiles
con sus empleados. Este personaje alude directamente a Michael Scott, el líder
de The Office.
Para los que aspiran al desarrollo y el
posicionamiento del Personal Branding, deben tener muy en cuenta que para nada
los ayudará cualquiera de los tres arquetipos tóxicos mencionados. Si bien aún
perduran las organizaciones que practican y hasta se ufanan de “ser como son”
en cualquiera de sus estados de toxicidad, no por ello lograrán perdurar por mucho
tiempo. Felizmente, la velocidad que se está dando en las modificaciones de
consensos en el campo de las relaciones laborales y de personas es tan alta
como la que seguramente ustedes vienen percibiendo con la inteligencia
artificial/IA, blockchain,
computación cuántica o cualquiera de las denominadas “tecnologías
exponenciales”.
¡El portador de Tu Marca Personal, por estar
en las antípodas de lo tóxico y mediocre, difícilmente podrá ser de la partida en
el ejercicio de algún liderazgo nefasto!
José
Podestá