A Sam
Walton, fundador de Walmart, se le debe la emblemática expresión “el Jefe es el Cliente”, pronunciada e
implementada décadas atrás. Con ello pasó a ser el primero en advertir e
insistir que el cliente debe ocupar el centro de la organización: ¡A él nos debemos,
además de pagarnos el sueldo!
Ese lugar
privilegiado de la empresa también pasó a estar compartido, a partir de la
globalización, por el empleado, al que también en algunas organizaciones se lo
suele valorar y reconocer como el cliente
interno. Es decir, que del objeto-recurso al que lamentablemente en las
últimas décadas fue tipificado el empleado, algunas empresas se fueron dando
cuenta que, en realidad, es el verdadero artífice que la hace viable y
sustentable en los tiempos que corren. Más aún, hasta hay algunas
organizaciones que vienen revirtiendo el error de haber considerado al empleado
como un medio –léase recurso– en
lugar de un fin en sí mismo, sin el
cual la empresa no puede llegar a concretar su misión o razón de ser.
Actores clave
De afuera
hacia la empresa está el cliente –que hoy se lo considera escaso por la
sobreoferta de bienes y servicios existente– y de adentro hacia afuera está el empleado
– como realizador cotidiano de la
misión de la empresa.
Este justo
y oportuno reconocimiento de ambos actores es lo que ha permitido a algunas
empresas ser hoy exitosas y valoradas por sus públicos. Pero cuando a nivel de
empleados no se da tal equilibrio aparecen serias y hasta trágicas dificultades,
algunas de ellas de proyección global. Tal los casos que registraron France
Télécom, en donde a raíz del management
del terror practicado por deplorables directivos, se han suicidado
numerosos ejecutivos, y la empresa taiwanesa Foxconn Technology –fabricante
mundial de productos de tecnología de consumo para marcas como Apple, Sony y
Motorola– que debido a las extremas presiones sobre la producción y la entrega
de productos, terminó generando el suicidio de numerosos jóvenes empleados.
A pesar de
la resistencia mayoritaria de organizaciones que aún no están predispuestas en
modificar sus convicciones acerca del recurso humano, tal miopía las está
debilitando ante la comunidad local e internacional. Pero también se ven
altamente perjudicadas por las consecuencias que siembran, privándose de poder
capitalizar a los mejores talentos, a todo nivel.
Proyecto y algo más
Algunas
empresas, para mostrar que se encuentran a la altura de las circunstancias, han
realizado algunos cambios cosméticos que no terminan de satisfacer. ¿Por qué?
Porque se limitan en mostrar proyectos que, más allá de llegar a ser muy
interesantes, están anclados en las prácticas de los recursos humanos. Por
cierto que los mejores talentos al saber o darse cuenta de ello, no se muestran
motivados para sumarse o permanecer en esas organizaciones.
El empleado
es consciente que la mayor parte del tiempo de su existencia lo tiene que
destinar al trabajo. Por tanto, no está predispuesto en ser utilizado como objeto-recurso, un medio o eventual pieza de
recambio o descarte. En la medida
que la organización haya adherido a la RSE, pero sigue encuadrada en tales
prácticas con el personal, quedará expuesta ante la sociedad por su relativismo
moral, con el correspondiente impacto en su imagen y reputación.
En los
últimos años también asistimos, y enhorabuena, a una transferencia del poder de
la empresa a manos del empleado. Este
hecho lleva implícito el ejercicio de una actitud responsable, porque tanto el
emprendedor como el empleado pasan a ser hoy verdaderos socios de complementación.
En
consecuencia, al ocupar el empleado el centro de la organización se constituye
también en un emprendedor, porque está a cargo o bien es parte de un proyecto
que se tornará clave para su plan de carrera laboral-profesional. De esta
manera, el trabajo es para el empleado
un motivo que le da sentido a su vida.
¡El
portador de Tu Marca Personal es un agente de cambio que, como emprendedor
laboral-profesional, sabe que le corresponde estar en el centro de la organización!
José Podestá