Nadie duda
que para llevar adelante una idea, un proyecto e incuso una empresa, se deba
contar con los conocimientos adecuados. Pero, además, hay que tener una
sensibilidad especial hacia lo social, hacia lo humano. ¿Por qué? Porque las
personas adecuadas y en los puestos correctos, son las que hacen viable la
misión –razón de ser de la empresa– y la visión –hacia dónde aspira
posicionarse y cuándo.
La realidad los pone
en evidencia
Tal vez alguno de ustedes haya tenido alguna frustración con
respecto a la baja o nula calidad del trato en la relación laboral-profesional,
por parte del superior inmediato, dueño o CEO de la empresa. Con ello no
pretendo generalizar el tema, dado que existen directivos y ejecutivos con muy
buenos recursos para los vínculos y el trato con la gente. Pero convengamos que
en los tiempos que corren son una escasa minoría. Y no es para menos, dado que
la habilidad por lo humano, por el prójimo –que también lo es el empleado–
vincula y remite a los valores anímicos y morales que cada uno de nosotros
lleva consigo.
Entonces, lo que habitualmente se observa en las
organizaciones es el privilegio por las variables duras –los resultados, el
cumplimiento de metas y objetivos, la competitividad– sobre las blandas –el
trato hacia los empleados– cuando en realidad ambas debieran estar amalgamadas.
Más aún, algunos empresarios y responsables de “recursos humanos” están
convencidos que el empleado es “un mal necesario”, y por el hecho de percibir un salario tiene,
básicamente, “obligaciones que cumplir”.
Por tanto, ¿para qué hay que prestarle “demasiada atención”?
Sin embargo, estos directivos existen y gracias a sus actitudes y
comportamientos hacia el personal se ponen diariamente en evidencia.
El poder del empleado,
como reaseguro
Así como en el ayer la explotación
del empleado dio nacimiento a la actividad sindical –otra muestra de la
miopía empresarial– en el hoy debemos sumarle el poder que los empleados han
comenzado a ejercer como un factor de resguardo y respeto. El autoritarismo y
la ambición cortoplacista del ser empresario han dado nacimiento a ambas
contrafuerzas, lo que está demostrando que la simple posesión del capital en
manos de un emprendedor irresponsable,
puede llegar hasta el límite de la discriminación y de la ofensa.
Esta lamentable realidad, si bien las generaciones
anteriores de empleados la aceptaron y toleraron porque social y culturalmente
formaban parte del deber ser, hoy
prácticamente carece de adeptos. A nadie le gusta ni está dispuesto a tolerar
que se lo considere un recurso-objeto
apto para todo servicio, presión y desconsideración, por el solo hecho de
revestir en la categoría de empleado.
Ello es tan así que, a pesar de la menor oferta laboral
existente, las empresas no logran cubrir determinados puestos. Además, el
crecimiento de emprendimientos, incluso a nivel global, nos está diciendo que
las nuevas generaciones no están dispuestas a brindar gran parte de su
existencia, al servicio de tareas en relación de dependencia que carecen de
atractivo y quedar expuestos a todo tipo de sometimientos, como ser:
precariedad laboral, horario diferente al pactado, jefe mediocre o incapaz,
etc.
Lo que la generación
del recambio debe evitar
Si bien el contexto hoy privilegia la tecnología, la conexión,
la innovación, pero también la incomunicación
– estar con el móvil en la mano no es comunicación– es fundamental que los
futuros emprendedores y ejecutivos no terminen subestimando a su gente por
privilegiar el resultado rentable. Recuerden que ninguno de los dos es
excluyente. Al contrario, parte siempre del empleado
de calidad, como condición sine qua
non. Caso contrario, el sindicato y el poder del empleado se lo volverán a
recordar.
¡El portador de Tu Marca Personal viene de haber pasado por alguna
instancia similar y de soportar, quizás en más de una oportunidad, la
desconsideración de sus superiores. Gracias a lo aprendido, hoy está mejor
preparado para llegar a ser un emprendedor responsable!
José Podestá