El miedo es un componente inevitable de nuestra
vida. Si bien no es dañino y tampoco anticultural, no por ello uno debería
tener que “soportarlo” por anidar estratégicamente en la cultura de algunas
organizaciones. Tal vez alguno se sorprenda de ello, pero lamentablemente hay
empresas que lo utilizan por el efecto “cohesión” que dicen produce entre los
empleados.
Autoritarismo
e inseguridad
Cuando el clima laboral de la empresa elegida es
decididamente tóxico, por múltiples motivos, ello no deja de tener un efecto
negativo en la actitud, motivación y productividad del empleado. A pesar de sus
consecuencias, hay directivos que consideran que no hay nada mejor que el miedo
para obligar al empleado concentrarse en lo suyo.
Lo mencionado es aún consecuencia del estilo
autoritario y verticalista que caracterizó durante décadas a las organizaciones.
Pero también hizo lo suyo una teoría psicológica que se puso en boga en la
década de los años 1950 –especialmente en las grandes corporaciones de los Estados
Unidos– fundamentando el beneficio del
miedo como un factor clave para lograr alineamiento y disciplina
departamentales.
Este modelo luego fue exportado por las casas
matrices a sus respectivas filiales, replicando así sus consecuencias nefastas.
El
lado positivo
En el ser humano el miedo es una fuerza anímica –al
igual que muchas otras– que traemos y forma parte de nuestra individualidad. Y
como lo manifestara al inicio, no es innecesario ni inapropiado en sí mismo.
La cuestión
no pasa, entonces, por justificar o racionalizar si el miedo es bueno o malo,
sino en darnos cuenta de cómo podemos integrarlo en el desarrollo de nuestra
personalidad, para que nos permita avanzar.
De allí que no deja de ser útil que nos preguntemos,
por ejemplo, ¿qué sentido tiene el miedo? e incluso ¿cómo puede servirnos? Tal
vez y sin darnos cuenta, nos sirve ya en la confrontación ante los obstáculos u
objetivos que nos hemos planteado en la vida o en el proyecto de carrera
laboral y profesional.
En tal sentido es muy importante saber que al miedo
no se lo “supera”, sino que se le debe “hacer frente”. ¿Por qué? Porque para
liberarnos del factor-miedo es necesario que nos acerquemos a él, con la
finalidad de integrarlo y familiarizarnos con.
Por supuesto que no estoy haciendo aquí referencia
al miedo “patológico”, que pasa a ser una enfermedad para el que lo sufre,
aunque en este caso el problema no es el miedo como tal, sino que el problema
es el miedo al miedo. El miedo al que
nos estamos refiriendo es el que siempre está latente en nosotros y que aflora
frente a los imprevistos cotidianos o aquellos sucesos extraordinarios que, por
su magnitud o impacto, nos descolocan porque no contamos espontáneamente con la
respuesta o reacción inmediata.
Este miedo diario u ordinario es hasta “saludable”
para el individuo. Porque al hacerle
frente le estamos concediendo una cuota de participación controlada, la que
nos aporta además dos ventajas:
- Realza la vivencia de nuestro yo, aumentando la
fuerza para actuar.
- Potencia el “tacto”, a partir del momento que
hemos logrado liberar el miedo.
Entonces, dado que ya tenemos bastante con la propia
gestión del miedo, no se debería aceptar ni permitir en la institución u
organización en donde realizamos nuestra tarea y brindamos nuestro servicio,
que pretendan inducir “miedos
tóxicos” y ajenos a nuestro ser, por tratarse de una falta de respeto hacia la
individualidad y dignidad de la persona.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe
bastante acerca del miedo y de cómo hacerle frente, porque el desarrollo, el
crecimiento y la maduración de su proyecto de vida laboral y profesional tienen
mucho que ver con vencer al miedo!
José
Podestá