Por lo general quien ha tenido padres, docentes o
jefes estrictos descubre, años más tarde, de lo afortunado que fue. ¿Por qué?
Porque sin darse cuenta, fue incorporando valores y experiencias que luego
pasaron a ser importantes en su vida.
Lo opuesto nos exime de todo comentario. Seguramente
que alguno de ustedes conoce o quizás ha vivenciado lo que implica no llegar a
tener referentes que iluminen, orienten y motiven.
Los
extremos no ayudan
La historia de las organizaciones nos muestra que
los extremos estrictos y la lasitud no inspiran ni sirven. Entonces, uno se
pregunta el por qué ocurren. La respuesta de ello seguramente la encontraremos
en la cultura de estas empresas.
De nada sirve que una compañía, comercio o emprendimiento
tenga una cultura, cuando ésta no es
vivenciada en el día a día por la dirección y sus empleados. Se supone que la cultura de la organización resume la misión –su razón de der– el conjunto de valores –sus principios guía– y la visión –el objetivo de realización
trascendental.
Cuando se es parte de una empresa que “destila” cultura en todos los sentidos –vertical,
horizontal y transversal– esa cultura se
va incorporando en las personas más allá del rol o posición que ocupa dentro de
la organización. Luego uno escucha o se entera de algunos empleados que, al
cambiar de compañía, suman y mencionan entre sus habilidades no necesariamente
el expertise técnico-práctico
adquirido, sino el valor que para ellos tiene el “traer” consigo mismo esa cultura.
Algunas organizaciones suelen sentirse diferentes
por el hecho de ser muy exigentes en lo suyo. Ello no está mal, siempre y
cuando no recurran a prácticas que suponen para los empleados el “vivir” dentro
de un clima de demanda extralimitada en lo personal. Al respecto, ya me he
referido en otra oportunidad a este tipo de empresas tóxicas que, por su “cultura ilógica”, registran en su haber
el lamentable suicidio de varios de sus empleados que no pudieron superar las
exigencias extremas.
El tener una cultura
“sensata y humana” no deja de tener sus beneficios básicos, como ser:
-Potencia la identidad y reputación de la empresa,
motivando tanto al personal interno como a los que aspiran llegar a ser parte
de la misma.
-Reduce la rotación de personal, al generar un
positivo vínculo de identidad de las personas con los valores y el estilo de la
gestión, aunque consideren que el nivel de exigencia es estricto, pero justo.
Por el opuesto, cuando la cultura
está ausente, es floja o desconocida, se termina por ser parte de una empresa
en donde las personas no saben para qué trabajan allí.
-Estimula las relaciones y el trabajo grupal, porque
este tipo de empresa sabe muy bien cuál es el lugar que debe ocupar su gente:
¡El centro de la organización!
La cultura
de trabajo –como la cultura de vida–
es una habilidad “blanda” que no sólo califica en forma superlativa sino que
también contribuye al enriquecimiento del yo
soy.
Entonces, en la medida que esta habilidad no quede
eclipsada en la búsqueda laboral frente a las habilidades “duras”, las
organizaciones podrán disponer de colaboradores de calidad que potencien sus
valores, y en definitiva, las transformen en más “humanas”.
¡El portador de Tu Marca Personal se va
enriqueciendo de las culturas laborales
a medida que avanza en su plan de carrera laboral y profesional y en el
servicio que brinda a sus prójimos!
José
Podestá