Por lo general la vocación se la relaciona con el proceso de indagación profunda al
que recurre toda persona, en algún momento de la vida, para poder determinar el
mejor curso de acción. Por tanto, tiene que ver con sus intereses y
habilidades, y el motivo-razón de su misión.
Recién cuando uno tenga en claro el porqué de su razón de ser en la Tierra,
podrá plasmar su vocación a través
de:
- El trabajo u oficio al que se siente llamado;
emprendedor, cocinero, carpintero, agricultor,…
- Los estudios terciarios o universitarios que le
permita adquirir los conocimientos para el posterior ejercicio de la profesión.
Aunque a veces pueda pasar desapercibido, el tema de
la habilidad es muy importante. ¿En qué sentido? Si a uno le encanta algún
deporte o un instrumento musical, pero no tiene las destrezas para ello,
evidentemente no podrá realizarse en la práctica, con lo cual llegado el
momento podrá sentirse muy frustrado por ello. Sin embargo y si conserva tal
“pasión”, seguramente que podrá llegar a destacarse eventualmente como comentarista
deportivo, crítico musical o lutier. Esto ya nos dice algo muy interesante: que
la vocación no siempre puede estar
centrada en lo específico, sino también en lo complementario y vinculante. Y
para saberlo, reitero, se necesita indagar nuestro ser interior.
Ahora bien, en la presente sociedad competitiva y de
consumo se tiende a creer que para progresar es clave realizar un estudio
universitario, luego una maestría, para finalmente culminar en el doctorado.
Otra postura la avala diciendo que, además, en una “garantía” para acceder a
los mejores puestos e ingresos salariales; un13% busca una carrera que le
asegure un buen porvenir económico. Sin embargo la realidad no siempre lo torna
viable sino que, incluso, lo señala como
algo que está “reservado” sólo para los “más capaces”. ¿Por qué? Porque siempre
las posibilidades son limitadas.
El
desafío parte del ser
El despertar de la vocación en muy personal; radica en el espíritu, se relaciona esencialmente
con la esfera de los valores y por ello es también una categoría moral. Tiene
que ver con el destino individual; de allí que toda vocación exige una sana, fecunda e ineludible desigualdad humana.
Así como hay niños que desde pequeños les dicen a sus padres lo que quieren ser
el día de mañana, también hay personas de la tercera edad que recién en ese
estadio de su vida “descubren” cuál era su vocación,
y se ponen a trabajar en ella con entusiasmo y pasión.
En la parte central de estos ejemplos se encuentra
la gran mayoría. Y por cierto a muchos no les resulta nada fácil. Por lo
general no hemos sido debidamente preparados para ello. De allí que no se tenga
en claro para qué uno ha venido a la vida, es decir, cuál es mi misión y el sentido de la misma. Otros, quizás más proactivos, acuden en algún
momento a los test orientativos –sean de tipo presencial o de “rápida”
resolución online– pensando que con ello se les aclarará el panorama. Pero
cuando uno observa las estadísticas, éstas terminan confirmando que más de la
mitad que “eligió” seguir tal carrera la abandona en el primer año; un tercio
de ellos deja la universidad definitivamente Y lo que es peor, casi el 80% de
las personas no conocen “su” vocación.
Tengamos aquí en cuenta que habiendo promediado los diez y ocho años de edad es
cuando se vislumbra la vocación
profesional.
Lo llamativo de esta realidad es que el problema
mencionado no es nuevo. Se viene dando a través del tiempo, sin que padres ni
pedagogos se ocupen demasiado de ello. Por tanto, en la medida que no se tome
plena conciencia y se esté plenamente persuadido que el primer trabajo “serio”
en la vida tiene que ver con definir “mi” vocación,
no se debería comenzar ningún estudio antes de ello. De esta forma, no
alimentaríamos a las estadísticas de turno.
Quizás algunos de ustedes puede haber escuchado o
bien conoce personas que les han dicho que “lo que hago o estudié nunca me gustó,
pero es lo que me permitió ganar buen dinero, viajar y darme los gustos en vida”.
Esto para nada es un buen ejemplo a “imitar”, porque de lo que se trata es
justamente de “hacer” lo que uno se propuso “antes” de nacer. Y para ello el
“sinceramiento” interior es factor clave.
Lo mencionado nos ratifica que resulta bien difícil
encontrar la propia trayectoria personal.
La
“tentación” exterior
Si bien es común ver que los colegios y las
universidades cuentan con programas de orientación vocacional, ello no es
necesariamente la mejor solución, pero sí una ayuda “preliminar” para la
reflexión interior, profunda, que cada uno deberá posteriormente hacer.
Tengamos aquí siempre en cuenta de quién está partiendo el “servicio”. Por
supuesto que para la universidad –que suele contar hoy con una gran sobreoferta
de cursos de todo tipo– es una manera de poder ir “orientando” a sus futuros
“clientes” hacia la grilla de “sus” respectivas especializaciones. Pero esto no
suele necesariamente estar en “sintonía” con la misión y la vocación de
los alumnos.
De lo que se trata es de observar “cuidadosamente”
todas estas soluciones “externas y de paso”, para luego poder tomar
literalmente “al toro por las astas”, es
decir, llegar a determinar si lo que me “promete” el mundo tiene algo que ver
con lo que estoy llamado a ser en la vida.
Una vez que el primer trabajo esté resuelto, recién
podré pensar en el sentido que para mí ha de tener el futuro posicionamiento y
desarrollo del Personal Branding, por el hecho de ya haber comenzado a
transitar el camino que sé es el que “estaba” reservado para mí.
¡El portador de Tu Marca Personal no necesariamente
es un universitario o académico, sino aquél que lleva adelante lo que siente
que está llamado a ser, irradiando pasión y entusiasmo en lo que sabe que debe
ofrendar!
José
Podestá