Muchas veces se dicen cosas sin tener en cuenta el
efecto que éstas luego generan en sus destinatarios. A partir de lo que dice y
se compromete hacer el candidato que está en campaña para acceder, por ejemplo,
a la presidencia de la Nación, hasta la “trillada” promesa a la que se
compromete el jefe con sus empleados en materia de aumento de salarios, existen
un sinfín de frustraciones y reclamos.
Lamentablemente la palabra se ha venido “devaluando” por obra y gracias de aquellas
personas irresponsables, mediocres y hasta inmorales que poco y nada les
importa decir lo que “dicen”, justamente porque saben que no la van a cumplir.
Para éstos, los otros –sus prójimos– son meros “objetos” funcionales a sus
propios intereses, y pasibles luego de un inmediato “descarte”. Por cierto que
la distancia es aquí abismal respecto del valor que la palabra tenía, hace un siglo atrás, más allá de quién la empleara; por
lo general, cuanto más humilde era el formulador, más compromiso, confianza y
respeto acompañaban a sus proposiciones.
Esta “evolución” –que en realidad se asemeja más a
una “involución”– hace que uno muchas veces solicite la reiteración de lo
dicho, justamente para tener el reaseguro de su formulación. ¿Por qué? Porque
hasta puede llegar a ocurrir luego que el emisor “niegue” lo dicho, toda vez
que se vea acorralado por su propia mentira e imprudencia, y pase a repetir el
tradicional mantra: “Yo nunca he dicho
tal cosa”. Y como lo mencionado fue verbal y no por escrito, toda esa
expresividad se la termina llevando el viento.
Para
el Personal Branding, un alerta
En la realidad en la que vivimos e intentamos
socializar se le ha ido sumando, desde distintos ámbitos, la emisión de los “fakes news” como así también los
inaceptables enunciados que ahora se nos presentan como “posverdad”. Esto
demanda, especialmente para todos aquellos que aspiran por sus convicciones y
sentido de la responsabilidad no terminar siendo “cómplices” del sistema, a
tomar los recaudos mínimos y necesarios.
Si bien puede ocurrir que a veces nos “tentamos” por
hacer un “me too” de enunciados que luego
sabemos no vamos a poder sostener ni cumplir, ello no sirve de excusa ni mucho
menos para una posterior justificación. Si tienen duda de ello, los invito a
que se coloquen ustedes en el rol del receptor, para darse cuenta de lo que uno
siente cuando la mentira –porque de eso de trata– pasa a ser la moneda
corriente en las relaciones de todo tipo.
Para aquellos que les interesa e importa el
desarrollo y posicionamiento de “su” Personal Branding, deberán pues preservarse
para no verse luego afectados, o lo que es peor, involucrados por la
formulación de compromisos que no han sido tales. Aquí no vale pensar ni creer
que a mí nada me podrá afectar, por tratase de algo que ya está instaurado y
aceptado. ¡Error! La palabra es un
don e implícitamente un misterio, a partir del cual uno va llevando a cabo su misión en la vida. Si la utilizo también
para situaciones de paso, sin consciencia ni compromiso de ello, no tengan
dudas que luego les llegará su “devolución”; recuerden que el boomerang se inventó hace mucho tiempo.
Quizás algunos de ustedes no sepa que, en tiempos
muy remotos, el lenguaje no era meramente externo ni abstracto como hoy, sino
que el hombre lo formaba desde sí mismo para comunicarse con el entorno. Era
“su” verdad al servicio de sus hermanos, en donde el compromiso de cumplir era
implícito, estaba dado. Posteriormente, la evolución y el desarrollo fueron
haciendo lo suyo, sin por ello desmerecer el sentido de la palabra y su puesta en acción. Hoy, en cambio, ha llegado a su
nivel más bajo por las razones ya mencionadas, estando en “nosotros”
revalorarla y dignificarla; de nuevo, poco importa lo que en aras del
materialismo, los resultados económicos y las “oportunidades”, hagan de ella.
Lo que importa es y será el uso y compromisos asumidos.
Entonces, el “doble mensaje”, la intención solapada
y aparentemente manifiesta que el oportunista hace de la palabra, nunca llegarán a expresar un compromiso de verdad.
Simplemente terminarán agotándose en una posverdad, en una mentira que, al poco
tiempo, “regresa” para “desnudarse” al pie del nombre y apellido de su
formulador.
¡El portador de Tu Marca Personal debe ser
muy consciente de las deslealtades que no sólo impactan en él, sino de las que
también puede llegar veces a formular, y por ello hacerlo trastabillar hasta frente
a sus prójimos!
José
Podestá