Como seres humanos estamos dotados de sentidos –que
son más de cinco– los que nos permiten vincularnos y conectarnos con el mundo
exterior; es tan así que no “creemos” haber comprendido un paisaje, un cuadro o
una manifestación obrera hasta que lo hayamos visto. Por cierto, se trata de
una necesidad básica y fundamental, desde el momento en que vivimos en
sociedad, interactuamos y nos conectamos con nuestros prójimos. Además:
- Sentimos que nuestro cuerpo físico es parte del
mundo exterior, aunque permanecemos en la ignorancia por lo que hace a su
trabajo interno.
- Nuestra vida anímica adquiere experiencia de sí misma
por medio de nuestro cuerpo físico, pero éste prácticamente no concede mayor
importancia a los fenómenos psíquicos, en la magnitud que sí lo hace con los
sucesos del mundo exterior.
- Mientras el calor y el frío del mundo exterior
gravitan sobre la circulación de la sangre en nuestro organismo, lo mismo le
sucede al alma respecto a las emociones de miedo y de vergüenza.
- Cuando el ser humano asume su posición respecto a
la naturaleza, puede olvidarse de sí mismo y de todo lo que hay en él, y sentir
su cuerpo como miembro del mundo externo. Al pensar de esta forma, experimenta
una relación consigo mismo que resulta ser, en definitiva, su cuerpo físico.
Pero también sabemos que ante un suceso dado en el
mundo exterior, éste no suele ser identificado ni relatado de forma unívoca por
las personas. Es como que cada uno de ellas tiene su “propia” versión del suceso,
con sus matices y toda la impronta personal que cada uno le imprime al mismo.
¿Esto qué nos dice? Algo que ya en la antigüedad se lo tenía bien en claro:
“Qué la realidad es una ilusión”. En la India antigua hasta se llegó a
denominarse como “maya” a dicha ilusión.
De allí que si aspiramos a tener un conocimiento
cierto de los sucesos que trascurren en el mundo exterior, nuestra alma o psique
debería tener que percibirlo por otros medios que no sean los sentidos ni el
intelecto ligado a ellos. ¿Por qué? Porque éstos pertenecen al cuerpo físico y
terminan disolviéndose en él.
A esta altura algunos de ustedes se estará
preguntando, qué tiene que ver todo esto con el Personal Branding: ¡Bastante!
Porque en la medida que no tengamos bien en claro las certezas de la realidad y
cómo todo ello se involucra o amalgama en el proyecto o plan de desarrollo
laboral-profesional, estaríamos a un paso de errar en el diagnóstico. Además,
tengan en cuenta que el contexto es sólo un treinta por ciento del objetivo a
alcanzar; el resto tiene que ver con lo que surja de nuestro ser interior en
términos de la misión, la vocación y el destino que está conectado con nuestro propio ser al momento de
nacer. De allí que la realidad no es
la misma para todos, sino más bien una mera parcialidad
sobre la debemos convivir e interactuar.
Reflexión
y nada más
Lo mencionado tiene como finalidad y beneficio el
alertarnos que no es “inteligente” el pasarnos la vida cautivos de las redes
sociales ni de los efectos mediáticos derivados del contexto, aunque veamos que
eso es justamente lo que hace la mayoría de las personas. Además de ser meras
parcelas “maya” de la realidad, éstas no hacen más que “distraernos” de lo
importante, que en el caso personal de cada uno de nosotros tiene justamente
que ver con la misión que nos toca
tener que llevar a cabo en esta vida.
De allí la práctica necesaria –hoy dejada muy de
lado– de meditar y reflexionar acerca de nuestras circunstancias. Darnos cuenta
también que no todo pasa por lo que vemos. Aquí vale, como ejemplo, un episodio
sorprendente que le tocó vivir a un periodista cuando le preguntó, al filósofo
alemán Immanuel Kant [1724-1804] si conocía a tal ciudad alemana. De inmediato
Kant se la comenzó a describir con gran precisión de detalles y, al finalizar,
el periodista le dijo: “Se ve cómo usted añora esa ciudad”. A lo que Kant le
respondió: “Nunca estuve allí”.
Por supuesto que no se trata de pretender que
emulemos a Kant, pero sí que comencemos a “ejercitar” y “entrenar” nuestro ser
interior, para evitarnos que sean luego el contexto y las personas
“interesadas” las que nos digan lo que “debemos” hacer, tal como si fueran
nuestros “mentores existenciales”. Aquí no está mal recordar el refrán que dice
que “no sólo de ilusiones vive el hombre”.
Entonces, el desarrollo personal será consecuencia
de la misión que sepamos concretar,
mediante la vocación elegida. Ello
podría llegar a ser, incluso, un signo que se torne en desagradable o
deprimente para el alma, pero que en definitiva pasa a ser lo que es necesario
para el debido desarrollo de nuestro ser individual.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe que
podrá provocar los impulsos que vienen
dando origen a sus experiencias tanto dolorosas como felices en su existencia
física, pero a pesar de ello las tributa para beneficio de sus prójimos!
José
Podestá