Esta columna también se podría denominar: “El fin del trabajo en relación de
dependencia que hemos conocido”. Lo cierto es que desde el inicio del siglo
XXI, el paisaje laboral-profesional en las organizaciones se ha venido
complicando cada vez más.
En realidad, a las empresas les está afectando el
proceso del cambio acelerado y permanente
que irrumpió en todos los estamentos de la sociedad, con el advenimiento de la
globalización. Tal como si fuera un tsunami,
el cambio fue licuando las normas y
las estructuras establecidas como así también los vínculos y las relaciones
sociales. Por tanto, tomar como referencia las normativas del ayer no tiene
sentido alguno, porque no ayudan a explicar lo sucedido.
La
vocación como punto de partida
Cuando uno escucha los testimonios y las razones
brindadas por aquellos, que a pesar de ocupar una posición destacada en la
empresa, deciden en el momento menos esperado abandonar el proyecto, se percibe
que hubo y hay algo no resuelto en esas personas. Por lo general, los fundamentos
de la partida suelen tener diferentes matices, como ser:
- Aspirar a un modo de vida diferente.
- Gozar de un mayor grado de libertad.
- Proponerse un nuevo desafío profesional.
- Buscar ser auténtico, haciendo aquello que resulte
ser gratificante y tenga un sentido en la vida.
Más allá que el
trabajo sigue siendo trabajo, habría que poner el foco en el último de los
fundamentos mencionados, por ser allí en donde se encuentra el origen del
problema.
Las organizaciones deben hoy comprender y aceptar el
mayor índice de recambio laboral, especialmente de sus talentos. ¿Por qué?
Porque la camiseta de pertenencia ya
no se la coloca nadie ni mucho menos tatuarse el logo de la compañía; la actitud es muy distinta a nivel de los clientes
o fans de una marca.
Si uno bucea en el perfil de las nuevas generaciones
–y en particular del happyshifter–
nos encontramos con seres a los que les cuesta echar raíces, motivo por el cual
en el momento en que se cansen de mirar por la ventana de la oficina al mundo
exterior, terminan cada vez más por tentarse en salir a su encuentro.
Es muy probable que algunos empresarios piensen que en
la actualidad existe un mayor nivel de inmadurez en la gente, cosa que es
atendible de considerar. Sin embargo, la raíz del problema no está en lo
aparente sino en la vocación no
resuelta y en la falta de claridad del destino-misión
que cada uno debe asumir y llevar a cabo en la vida; tengamos en cuenta que al
planeta tierra no hemos llegado por casualidad
ni tampoco fuera de término. Por tanto, hasta que el ser humano no se decida
tomar el toro por las astas, seguirá
deambulando por la vida intentando encontrar aquello que le guste de verdad, si
es que en algún momento ello llegara a ocurrir.
La
razón ayuda poco
Mientras estos fallidos agentes del cambio personal
no asuman responsablemente lo que les gusta y corresponde hacer, las empresas
se verán expuestas a la pérdida frecuente de talentos. Es por ello que en más
de una oportunidad he reiterado que al talento
no se lo retiene, porque allí en donde éste descubrió que está la
oportunidad de su vida –o el medio que la conduce a ella– directamente acudirá
a su encuentro.
Entonces, en el momento que la empresa decida o
necesite incorporar personal, es importante que el postulante exprese, desde lo
anímico, los motivos que lo han llevado a pretender ser parte del proyecto en
cuestión. Luego, ambas partes analizarán cómo ello debería integrarse en su
proyecto laboral-profesional. De esta forma, el empleado ya no es más un extraño ni un tercero que se incorpora a
una tarea determinada, sino un socio
dispuesto a aportar creatividad y valor en algo que para él tiene un sentido.
¡El portador de Tu Marca Persona seguramente
que también atravesó un periodo de incertidumbre en lo personal, laboral o
profesional, hasta el instante en que pudo darse cuenta de cuál era su misión y
la razón de ser en la vida!
José
Podestá