Salvo que desde pequeño uno tenga decidido a qué se
va a dedicar en la vida, no es lo usual en la gran mayoría de los casos. El
mayor riesgo que aquí se presenta es cuando los padres “pretenden” –aunque sea
de buena fe– influir para que el hijo continúe con la empresa familiar o, lo
que es peor, que elijan aquélla profesión que a “ellos” les hubiera gustado
realizar pero que, por distintas circunstancias, no lo pudieron concretar.
El problema que los padres ocasionan a sus hijos con
tal actitud es lamentablemente traumático. ¿Por qué? Por la simple razón de no
tener en claro –o bien no darse cuenta– que para nada pueden “detentar” para sí
la vocación y el destino de sus hijos. Cada uno de nosotros ha venido a la vida para
llevar a cabo “su” misión, no la
ajena. Por supuesto que en algunos casos podrá darse la “coincidencia” que el
hijo “decida” ser el continuador del derrotero de sus padres; ello ha de ser
así por una razón cierta del destino,
pero nunca por el deseo de sus progenitores. Además, seguramente ustedes saben
de algún conocido que, para no contrariar a sus padres, siguió sus deseos y más
tarde debió cambiar de parecer porque no era lo que “sentía” que debía hacer.
Elección
personal
Escoger una profesión, actividad u oficio es un acto
individual que hoy en día no deja de ser difícil, sobre todo por de la
sobreoferta de las especializaciones vigentes y la incertidumbre del contexto.
De allí que muchas veces la persona inicia una determinada carrera o trabajo y
lo abandona al poco tiempo, hasta que al final de las experiencias vividas
logra encontrar su camino. Una forma
de minimizar las consecuencias de tal proceder, es partiendo del impulso interior y meditando acerca de
la misión a la que se está llamado a
llevar a cabo. Por supuesto que se trata de un “esfuerzo” mayor, pero si uno
desea saber acerca de las “consignas” que anidan en el ADN de su existencia, nunca las podrá encontrar
en el mundo exterior.
Otro dato de la realidad tiene que ver con la corta
vida útil que tienen algunas profesiones, al quedar marginadas o superadas por
los cambios culturales y tecnológicos. A diferencia de lo vivido por nuestros
padres y abuelos, hoy nada asegura que la profesión elegida nos acompañe hasta
el final de nuestro camino. Lo más probable es que en dicho trayecto debamos
“aggiornarnos”, en más de una oportunidad, si realmente queremos ser
consecuentes con la vocación de vida.
Por ejemplo, al médico que acaba de recibirse para ejercer como cirujano en una
determinada especialidad, hoy nada le asegura que podrá hacerlo durante mucho
tiempo; es muy probable que el que termine “operando” no sea él sino un “tercero”,
motivo por el cual deberá “especializarse” tanto en el manejo de un robot como en
la impresión 3D de órganos y “otros” implantes para seres humanos.
Por supuesto que no se trata de tener que llegar a
cambiar radicalmente de profesión, aunque la elegida haya sido la de traductor
público. Si uno ha partido de una correcta elección, la “movilidad” que demande
el cambio se podrá canalizar como una “nueva” extensión de la profesión
original, tal como quedó ilustrado en el ejemplo anterior.
Ahora
es distinto
Si el cambio continuo es el impulso que nos moviliza
y nos “sorprende” en el día-a-día, es muy poco lo que podemos hacer al
respecto. Sin embargo, como todos tenemos nuestro proyecto vinculante con la misión-propósito de nuestra existencia,
sí debemos estar muy atentos a las nuevas tendencias –hasta podríamos en algún
momento llegar a ser parte de las mismas– que irrumpen en la sociedad. ¿Por
qué? Porque de esta forma evitaremos vernos afectados de un modo imprevisto,
con las consecuencias que ello tiene.
Entonces, si estamos insertos en una realidad en
donde las cosas y las relaciones humanas se van “licuando” de un modo
acelerado, debemos estar preparados y convencidos que cada uno de nosotros será
el responsable de su devenir: ¡Es a lo que hemos venido!
Por otra parte, para nada se pueden extrapolar las
experiencias del ayer al hoy, por la sencilla razón que dejaron de ser
funcionales para el presente de las personas. Son las circunstancias actuales
las que importan y a partir de las cuales producimos nuestras experiencias.
Lo que se impone como desafío personal es no
descuidar ni omitir el tener que ir “metamorfoseando” la actividad-profesión en
post de la vocación y el legado que
cada uno sienta que debe ofrendar en beneficio de sus prójimos. Más allá de ser
una exigencia que te saca de la “zona del confort”, no deja de ser beneficioso
tanto para el desarrollo individual como para el fortalecimiento de tu Personal Branding
¡El
portador de Tu Marca Personal sabe que tanto en su vida de relación como en lo
laboral-profesional, necesita ir “surfeando” sobre el devenir del cambio, para
no perder de vista el rumbo que le demanda su misión!
José
Podestá