Para intentar producir un cambio en la vida y que
tenga pleno sentido, necesariamente se necesita partir de uno mismo. ¿Por qué?
Porque cambiar trae aparejado el beneficio de poder redirigir la biografía
personal hacia la visión o nueva meta que uno se proponga, pero siempre con los
pies en la tierra.
Para encarar el cambio es necesario asumir el primer
desafío: ¡Quererlo concretar! Y para ello es necesario conocerse. Esto es vital porque sabiendo quién soy, hacia dónde
pretendo llegar y cuándo, recién se
estará en condiciones para ponerse a trabajar con las fortalezas personales,
las experiencias y las expectativas que motivan inducir el cambio.
Cambiar
es un trabajo
Muchas veces uno ha escuchado que el ser humano
tiende a resistirse al cambio. Por supuesto que si no se asumen los requisitos
de partida mínimos enunciados anteriormente, el cambio terminará en el olvido.
Sin embargo, hay algo muy interesante que la neurociencia nos dice acerca del
porqué nos cuesta tanto cambiar. Ello tiene que ver con la “actitud” de nuestro
cerebro: ¡Al cerebro no le gusta cambiar! El motivo es porque necesita realizar un gran esfuerzo y demandar un importante
consumo adicional de energía. Pero cuidado: Está siempre en nosotros
predisponerlo para que cambie de “actitud”.
Entonces, cambiar nos lleva nuevamente al punto
inicial; depende de uno mismo, a pesar que al principio el cerebro “se
resista”, no le interese y nos lo haga más difícil. Para ello felizmente disponemos
de un estupendo recurso: nuestra voluntad.
Gracias a la voluntad y la motivación que nos ponen
en acción para aspirar y lograr un mejor posicionamiento en la vida, es
conveniente comenzar a trabajar cuanto antes en ello.
No
se trata de hacer cualquier cosa
Cuando uno se decide a trabajar en el desarrollo del
Personal Branding o se está en pleno proceso de concretar el plan de carrera
laboral-profesional, lo primero que hay que hacer es reducir el riesgo al
fracaso. Esto supone tener bien en claro la visión –metas y objetivos de
mediano o largo plazo– y el sentido que tiene el cambio en la vida personal.
Mediante la reducción del riesgo y la determinación
del norte que se desea alcanzar, se evitará hacer cualquier cosa, pensando que
con ello también se puede cambiar. Porque de lo que se trata, en definitiva, es
de avanzar: cambiar para bien.
Entonces, para ponerse en acción hay que tener bien en
claro el qué y el para qué del cambio deseado. Como alcanzarlo demandará un
tiempo prudencial, conviene ir considerando sobre la marcha algunas premisas,
tales como:
- Formular al menos dos objetivos para el próximo
año; uno personal –por ejemplo, qué
nuevas competencias o habilidades deberán sumarse, atento a las carencias que
se poseen– y otro laboral-profesional.
- Definir las creencias y los valores que deberán
alcanzarse en el mediano plazo, para evitar perder el rumbo de la visión.
- Identificar los comportamientos y las acciones que
se vienen realizando de modo satisfactorio y los que no lo son, para tener en
cuenta cuál de ellos vale la pena cambiar y cuáles directamente discontinuar.
Además, poder con ello llegar a discernir o identificar qué comportamientos
serán necesarios de ahora en más.
Cuando lo expuesto se lo lleva al plano de la meta
laboral-profesional, uno podrá comenzar a darse cuenta qué es lo que está
funcionando y conviene mantener, qué se necesita cambiar y qué se necesita
empezar a hacer.
-Incorporar mensualmente nuevas acciones que se
direccionen, específicamente, tanto al objetivo laboral-profesional como al
referido crecimiento personal.
¡El portador de Tu Marca Personal ha tenido
que cambiar y seguir un proceso riguroso, a través de tiempo, sabiendo que con
ello terminaría por consolidar su vocación, en línea con el sentido que tiene
en su vida y para los prójimos!
José
Podestá