La corrupción se la suele considerar como un
lamentable virus que se encuentra
afuera del sujeto, se trate de una persona, una corporación o la administración
pública. Sin embargo, no es así. La corrupción tiene que ver con la actitud y
el comportamiento no ético e inmoral del ser humano.
Otra percepción errónea es asociar a la corrupción
con sucesos o escándalos de gran magnitud. Tampoco es necesariamente así. Una
conducta es corrupta, por ejemplo, cuando un individuo intenta sobornar al
policía, luego de haber cometido una infracción en el tránsito, para así evitar
un antecedente en su legajo y el pago de la multa correspondiente. Es decir, la
corrupción aflora desde las pequeñas cosas.
La
cultura empieza por casa
Los valores que se le imparten al niño, durante el
proceso de socialización, luego serán vitales en su desarrollo. Más tarde,
cuando ya se encuentra trabajando en una empresa, es muy probable que le hagan
conocer el código de ética de la misma. Muchas compañías se sienten tranquilas con la existencia del código,
porque en esencia expresa lo que la empresa espera de sus trabajadores. Pero no
siempre es así, tal como lo ilustran lamentables sucesos de prácticas
fraudulentas, como los de Enron, Petrobras o Parmalat.
También hay organizaciones que tienen expuesto en el
sitio corporativo el código de ética, pero en los hechos cotidianos no lo
observan ni lo cumplen. Entonces, cuando uno indaga para qué lo exhiben, se
encuentra con la respuesta políticamente
incorrecta que dice: “¡Por razones de imagen!” Esto que se parece más afín
a la ciencia ficción, es uno de los tantos ejemplos que ilustran la conducta
desviada en las personas.
La
ética no es para estar en una carpeta
Muchas veces la razón de ser del código de ética
–con la importancia que ello tiene– la empresa lo aplica para hacerles pasible,
a los trabajadores individuales, de toda conducta inmoral. Por tanto, si hubo
corrupción el culpable de ello es tal señor, empleado o ejecutivo.
Sin embargo, también puede ocurrir que a nivel del
dueño y socios se enhebren intrincadas tramas, para hacer aparecer estados
financieros-contables que nada tienen que ver con los resultados reales.
Porque, “si existe la ingeniería financiera, ¿por qué no la aplicamos también
para eludir el pago de impuestos?”
En una oportunidad escuché que el speaker preguntó, en la apertura de una
conferencia internacional sobre estrategia, si “había alguien en la sala que
todavía consideraba que existía la ética en los negocios”. Más allá de las
sonrisas cómplices que se dibujó en el rostro de muchos de los ejecutivos y
directivos allí presentes, tal expresión no deja de sorprender, sobre todo
cuando la mala praxis se encuentra
incorporada y enquistada en la sociedad, a punto tal de considerársela como
algo razonable y habitual.
La
tecnología nos da una mano
Pero no todo está perdido. Para los que tienen algo
que ocultar, las cosas ya no les serán tan simples. ¿Por qué? Porque existe en
la generación del recambio personas que no están dispuestas a ser parte ni
cómplices del desvío ético-profesional. Por tanto, valiéndose de su simple pendrive pueden llegar a dar a la luz
los delitos cometidos en una organización, partido político o repartición
pública, con las consecuencias que ello tiene para sus directivos o
funcionarios. Y si la motivación los lleva a replicarlo en las redes sociales,
seguramente que los ilícitos comenzarán a disminuir, aunque lo sea inicialmente
en forma paulatina.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe muy
bien lo que tiene para perder si opta por un comportamiento inmoral, porque en
ese caso su identidad –nombre y apellido– no la podrá cambiar!
José Podestá