Los psicólogos suelen afirmar que a los jóvenes les
preocupa bastante el errar, el equivocarse. Si bien en el tema vocacional puede
presentarse intereses muy definidos, se sienten muy inseguros. Pero no por la
multiplicidad de carreras o profesiones, sino porque no se permiten equivocarse.
De allí a la poca tolerancia a la frustración, se está un paso.
Permisos
necesarios
Así como de niños intentábamos muchas veces hacer
las cosas a prueba y error, hasta que alcanzáramos lo deseado o buscado, luego
terminamos incorporando esta práctica en la vida sin mayores inconvenientes.
Además, el contexto –incluido el entorno laboral– admite que hoy no está mal
que uno se equivoque “responsablemente”, porque también de ello se aprende; si
tienen alguna duda, piensen que esta “rutina” es fundamental en la mayoría de
las profesiones.
Si bien todo esto aparenta tener un sentido, la mayoría
de los jóvenes no lo ven que hoy sea así. La razón-motivo profunda de esta
proposición se encuentra sustentada por el grado de simetría al que se
encuentran expuestos, comenzando con sus padres. De allí que uno perciba, por
lo general, la necesidad latente de autoexigirse, de creer poder todo solo, de
aspirar al ideal de perfección. Por supuesto que estas motivaciones no dejan de
ser muy válidas, pero siempre y cuando no se conviertan en una obsesión.
Ahora bien, en la medida que los niños no logran
hacer la experiencia de la prueba y error, porque “descubren” que sus padres
son hoy muy permisivos, que no les fijan límites referenciales o porque ante el
primer reclamo logran por parte de ellos satisfacer de inmediato sus anhelos o
“caprichos”, terminan así pasando al septenio de la adolescencia con algunas
carencias que para nada los ayudará en la vida. ¿Por qué? Porque el sentirse
fracasados ante el primer error o dificultad los tornará en personas inseguras,
incluso para poder afrontar sus propios proyectos.
Cuando a los jóvenes les llega el momento de tener
que decidirse por la vocación y se
encuentran con las dificultades lógicas que demanda tal “descubrimiento”,
mediante la escucha interior creen que el problema está en la elección de la
carrera, oficio o trabajo, y no en el temor-intolerancia al error, al fracaso.
De allí que buscan y buscan sin poder decidirse por aquello que debería estar
en consonancia con su misión en la
vida.
El
impacto en el Personal Branding
Muchas veces los estudiantes que se encuentran
próximos a su graduación en la universidad o que aspiran acceder a su primer
trabajo, suelen consultar acerca de cómo hacer para sumar la presencia del
Personal Branding. Si bien desde que nacemos somos portadores de nuestra
identidad –el nombre y apellido– ésta no podrá llegar a sobresalir como
Personal Branding hasta tanto hayamos recorrido un buen trayecto en la vida
profesional y laboral.
Distinta es la situación de aquella persona que ya
viene destacándose, desde pequeño, por alguna cualidad o habilidad que le ha permitido
trascender en la comunidad. Entonces, cuando más tarde le llega el momento de
comenzar a ejercer la profesión o su primer empleo, ya cuenta con un “legado”
sobre el cual las personas ya tienen una referencia de él. A partir de allí,
aunque su nueva profesión o trabajo poco y nada tengan que ver con lo realizado
anteriormente, gracias a la “difusión” ya alcanzada de su identidad, cuenta a
su favor con una imagen que a partir de ese momento deberá “cultivar” y
“desarrollar” en el nuevo contexto.
En cambio no sería lo mismo en el supuesto caso de
ser el hijo de algún famoso, incluso de trayectoria internacional. Al contrario
de lo que se piensa, el ser “el hijo de fulano” no es una oportunidad, sino más
bien un “lastre”. ¿Por qué? Porque el Personal Branding es siempre inherente al
posicionamiento individual.
Tal vez ustedes hayan conocido el caso de Frank
Sinatra Jr. Fue el hijo de “la voz”. Si bien tenía un perfil gestual y un
timbre de voz similar al de su padre, podemos literalmente decir que “nunca le
llegó ni a los tobillos”. Por supuesto que no por ello abandonó el ámbito
artístico ni musical, porque esa fue su vocación,
pero no pudo lograr una trascendencia destacada. ¿Por qué? Porque el Personal
Branding no se construye a partir de una réplica o imitación, sino mediante las
habilidades y el obrar individual ya mencionado.
Entonces, cuando uno se equivoca como en el ejemplo
mencionado, siempre se estará frente a una lección de aprendizaje que para nada
deberá ser tomada literalmente como un fracaso, sino como una experiencia
“motivante” que nos sirva para reinventarnos – haciendo algo sorprendente y
distinto– sobre todo cuando nuestro progenitor ya haya sobresalido en lo suyo y
por ello nos demande un mayor esfuerzo de diferenciación.
¡El portador de Tu Marca Personal no se cansa
ni se frustra por tener que “aprender” sobre la marcha, porque sabe que lo suyo
sólo tendrá sentido en la medida que haya sido o es percibido por sus prójimos!
José
Podestá